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Para nadie es un misterio que la instalación del modelo neoliberal fue uno de los cuchillos más filosos de la dictadura cívico militar chilena. Y, quizás, su razón última. El experimento se consolidó con éxito en un país bajo una severa represión que impidió la resistencia, luego de un gobierno socialista que había sido el corolario de un proceso de ascenso de los movimientos sociales durante buena parte del siglo XX.
Fue el propio Milton Friedman quien acuñó el concepto del “Milagro de Chile”, para hacer referencia a la radical liberalización de la economía chilena durante el periodo de dictadura. El economista de Chicago viajó a Chile para reunirse con Augusto Pinochet y zanjar las líneas que debían “salvar” a la economía nacional.
“Hace unos cuarenta años atrás, Chile, como muchos otros países, incluyendo el mío, se encauzó en la ruta equivocada, por buenas razones y sin maldad, ya que fueron errores de hombres buenos y no malos. El mayor error, en mi opinión, fue concebir al Estado como el solucionador de todos los problemas, de creer que es posible administrar bien el dinero ajeno”, señaló en su visita realizada en 1975, mismo año en que los Chicago Boys hicieron su entrada al régimen.
Naomi Klein, periodista y escritora canadiense, hace referencia a la imposición del modelo (en Chile y en Latinoamérica) en su libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. En él da cuenta de la necesidad de implantar medidas de shock para generar impactos sicológicos (y físicos) que permitieran la imposición del modelo con mayor facilidad: “Friedman soñaba con eliminar los patrones de las sociedades y devolverlas a un estado de capitalismo puro, purificado de toda interrupción como pudieran ser las regulaciones del gobierno, las barreras arancelarias o los intereses de ciertos grupos (…) Friedman creía que cuando la economía estaba muy distorsionada, la única manera de alcanzar el estado previo era infligir deliberadamente dolorosos shocks: sólo una ‘medicina amarga’ podía borrar todas esas distorsiones y pautas perjudiciales”.
Ernesto Águila, académico de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, coincide con la tesis de Klein. A su juicio, las violaciones a los derechos humanos y la imposición de un modelo de las características que tuvo el chileno son dos factores que no se pueden disociar. “Es impensable la destrucción de los derechos sindicales, y la implantación del Plan Laboral, sin la destrucción del movimiento sindical chileno. Sin la represión de los movimientos sociales, de los partidos, de los sindicatos, sin el control de los medios de comunicación, no se podría haber hecho la reforma previsional que se hizo, ni la reforma en la salud. El vínculo entre represión, violación a los derechos humanos e implantación de un modelo económico social con el grado de profundidad y radicalidad neoliberal, son dos fenómenos tremendamente vinculados. La Constitución fue hecha para proteger el modelo y está pensada para que la soberanía popular no pueda afectarlo, porque se dan cuenta de que no es muy popular. Eso hay que asumirlo así porque no existe otra explicación posible. Se ha tratado de aislar el fenómeno de las violaciones a los derechos humanos con la modernización económica y social del país”.
La implementación de políticas de extrema liberalización de importaciones, la apertura comercial al exterior y las reformas financieras de la década del 70’ generaron impactos que se tradujeron en elevadas cifras de desempleo, quiebra de empresas nacionales y reducción de los sueldos. Los fuertes impactos económicos y sociales podrían haber tenido consecuencias severas en otro contexto, pero la represión de libertades tanto individuales como colectivas hacía del terreno uno fértil para la implementación de dichas medidas.