• Asignatura: Historia
  • Autor: selenita22
  • hace 8 años

importancia de las danzas de Latinoamérica en el mundo​

Respuestas

Respuesta dada por: saraleal067
3

Respuesta:

Explicación:

la danza es muy importante en nuestras vidas ya que nos ayuda a desestrezarnos y a mejorar la cultura. LA IMPORTANCIA DE LA DANZA La danza es un lenguaje del cuerpo y, a la vez, una actividad psicomotriz que combina armoniosamente movimientos, además es arte y forma de expresión por medio del movimiento.

esto es algo muy tipico de latinoamerca y somos reconocidos por ser uno de los mejores en danzas. esto es una costumbre, nuestra cultura y algo de mucho tiempo


selenita22: gracias
Anónimo: jajasjas esa respuesta es de Google nmms xd
saraleal067: dale 5 estrellas y corazon plis
saraleal067: lo se :/ era para complentar la respuesta
Anónimo: la idea es hacer nosotros la respuesta,te recomiendo hacerlas tu misma si no te reportan por copia de otra página me pasó a mi xd
mikeybello: Tengo una mejor respuesta con antecedentes e historia pero no me deja postearla
saraleal067: jsjsjjssjsjjsjjsj ok
Respuesta dada por: mikeybello
1

Respuesta:

La efervescencia y la inquietud estética de los años 60 y 70 quedaron vibrando en la danza de los años 80 e iniciaron su sedimentación a mediados de la década.

Lo que había sido búsqueda comenzó a transformarse en resultados escénicos cohesivos, con formato de espectáculo y un público en gestación. Era el comienzo del boom de la danza latinoamericana, y no se trataba exclusivamente de un boom coreográfico: también los intérpretes formados o iniciados en América Latina comenzaban a ganar notoriedad en el mercado. Ese fenómeno, aliado a las producciones locales de porte medio que entonces conquistaban visibilidad en Europa, constituían el resorte propulsor de esa nueva danza, de perfil definido y multiplicidad de biografías breves.

Los colectivos partieron en busca del desarrollo de líneas propias, de marcas de personalidad, que durante los años 90 iniciarían su categorización de estilos y se transformarían en danzas de autor.

Contra los códigos cerrados que las antecedían, las nuevas danzas latinoamericanas buscaron nuevos grados de apertura, de interdisciplinariedad e interacción. Nacía una danza renovada a partir de su contacto con otros modos del movimiento y con otras disciplinas da creación artística.

Brasil fue uno de los laboratorios más activos de la posmodernidad coreográfica y la Argentina, uno de los polos exportadores de bailarines más reconocidos, en un período en que México y Venezuela también tuvieron marcadas expansiones de su nueva danza.

En Brasil, el Grupo Corpo pasó a ser, en los años 80, lo que fue el Ballet Stagium en los años 70: un fuerte referente en el cual se reflejaba gran parte de la danza. Con sede en Belo Horizonte, capital del Estado de Minas Gerais, el grupo fue también el primer gran ejemplo de la descentralización de la danza brasileña, que comenzó a tener importantes polos de creación y producción fuera del tradicional eje Río de Janeiro-São Paulo. De esa manera, conviven nacionalmente estéticas diversas con creadores de obras de cámara, como Lía Rodriguez, o de grandes espectáculos como Déborah Colker; coreógrafos que llegaron a la danza contemporánea por el camino del jazz, como Roselí Rodriguez con su grupo Raça, coreógrafos de poéticas más radicales como Alejandro Ahmed con su grupo Cena 11, de Florianópolis, y de lenguajes más personales como Henrique Rodovalho con su grupo Quasar, de Goiânia.

Esa proliferación estilística también es percibida con claridad en México, donde brotan líneas coreográficas bastantes diversas como la danza gay de José Rivera, con su grupo La Cebra, la danza bizarra de Raúl Parrao, y la danza sin gravedad de Juan Manuel Ramos.

Con casi una centena de grupos independientes en pleno funcionamiento, México llegó al fin del siglo XX con un saldo positivo importante. Sin estrellas, pero con una copiosa actividad y creciente presencia internacional. Nombres como Vicente Silva, Gerardo Delgado, Alicia Sánchez y Tania Pérez Salas se sumaron a creadores con más de dos décadas de experiencia como Lidia Romero y Cecilia Lugo para testimoniar la diversidad de su lenguaje.

La Argentina tuvo mayor visibilidad por sus estrellas que por la intensidad de su producción coreográfica. Aunque surgiesen algunos colectivos de presencia estética personal y actividad continua, como el Descueve, no se consolidaron en ese período compañías potencialmente competitivas en un mercado más exigente o actualizado. Son dos las grandes estrellas de la danza argentina de fin del siglo, ambas consumidas y exportadas con vigor: el bailarín clásico Julio Bocca y el tango.

El género popular de danza tradicional porteña no sólo tuvo un crecimiento inesperado sino que también se infiltró en otros lenguajes coreográficos y escénicos en general. La llamada danza contemporánea y el ballet también lo absorbieron como motivación, forma y entorno.

En Venezuela, las compañías independientes tuvieron un marcado auge; grupos como Danzahoy, Contradanza, Acción Colectiva o Rajatabla mostraron fuerte presencia escénica, con influencia en otros países latinoamericanos y caribeños. Grupos de otros países sudamericanos como Colombia (Danza Concerto y L’explose), Ecuador (Ballet Ecuatoriano de Cámara), Perú (Ballet Nacional), Bolivia (Ballet Municipal de La Paz), Paraguay (Ballet Nacional y Ballet Municipal de Asunción), Chile (Espiral) y Uruguay (Coringa) luchan para encontrar una línea propia de trabajo. En América Central y el Caribe, por su parte, el esfuerzo reside todavía en implantar grupos y compañías capaces de absorber e impulsar a los bailarines locales hacia la profesionalización.

La danza escénica de América Latina y el Caribe sufrió un proceso acelerado de conformación y sedimentación. Mestiza, orientó sus contenidos en diversas expresiones formales; creó, adaptó y estilizó significantes que actualmente le pertenecen y la definen estética e ideológicamente en el espacio de las realizaciones, contradicciones y aporías.

Explicación:


selenita22: gracias
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