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El sitio arqueológico Pachacamac es el complejo más grande de Lima. Un lugar sagrado, situado en la costa aproximadamente a una hora de la ciudad. En este nuevo relato sobre el origen del Imperio inca, se cuenta que Manco Cápac está con sus tres hermanos, todos ellos hijos del Sol: Pachacámac, una divinidad ancestral(antigua) que fue incorporada posteriormente al culto oficial inca, y que era adorado desde tiempos antiguos por los pueblos de la costa; Viracocha, y otro dios sin nombre.
El primero de esos hermanos es, precisamente, Pachacámac, quien al salir al mundo subió a la cumbre más alta, para lanzar las cuatro piedras a los cuatro puntos cardinales, tomando, pues, posesión de todo lo que abarcaba su vista y alcanzaron sus piedras. Tras él surgió otro hermano, que también ascendió a la cumbre por orden del menor, del astuto y ambicioso Manco Cápac, quien aprovechó su confianza para lanzarle al vacío y hacerse con el poder, tras haber encerrado a Pachacámac anteriormente en una cueva y haber visto cómo el tercero, el buen Viracocha, prefería dejarle solo, abandonando a sus terribles hermanos y aborreciendo sus manejos por hacerse egoístamente con el poder.
Pero hay otros relatos en los que, precisamente, es el antiguo dios Pachakámaq quien oficia de protagonista en el cuidado a los humanos.
Si grandiosa fue la aparición del primer Inca y la primera Coya, grandioso fue también su culto. A ellos se les adoraba en la multitud de templos solares de todos los rincones del Imperio inca, en un lugar del santoral muy cercano al gran dios Sol o Inti. De todos los emplazamientos religiosos dedicados a este gran dios inca, ya se tratara de templos, oratorios, pirámides, o lugares sagrados naturales, el que los encabezaba, por rango y por su grandeza, era el gran santuario de Inti-Huasi del Cusco, rico templo llamado también Coricancha, o sala de oro, puesto que sus paredes estaban recubiertas de láminas de ese metal, para mayor gloria del Inca y los dioses de los que él venía.
La imagen central del Coricancha era el gran disco solar, la imagen ortodoxa y ritual del dios del Sol, y a su alrededor estaban las demás capillas de las divinidades menores del cielo. Después del Coricancha, por su esplendor e importancia se sitúa el templo dedicado por los chinchas a Pachacámac en Pachacámac, cerca de Lima.
Debe señalarse que la cultura chincha tenía en Chincha Cámac a su ser supremo, ya que, adoraban al dios Pachacámac (más por temor que por respeto o amor), y a él le dedicaban templos y huacas como una acción de agradecimiento por su labor creadora y le dedicaban ofrendas hechas por ellas o seleccionadas de entre sus frutos, por ser el salvador de sus antepasados a los que libró del hambre inicial, también estaban seguros de que este poderoso y temible dios, por su especial personalidad, no podía ser aquel a quienes ellos acudieran en busca de soluciones a sus cuitas y pesares.
Pachacámac fue un oráculo respetado por varias civilizaciones anteriores a los Incas. En la foto, la casa de las «mamaconas» en el templo de Pachacamac.
En el Gran templo de Pachacamac, cerca de Lima, se erigió un santuario para la adoración del dios sin piel ni huesos, como era descrito Pachacámac por sus fieles, los incas -tras asimilar este dios y su culto al del Sol- realizaron obras de embellecimiento, hasta hacerlo casi tan hermoso como Coricancha, cubriendo también de oro y plata la capilla central, la del dios Pachacámac, a la manera de lo anteriormente hecho con la totalidad del gran templo solar del Cusco.
Luis Millones manifiesta que el culto a Pachacámac subsiste en la actualidad; la deidad, que disponía los temblores en la cosmovisión andina, se ha mimetizado en el culto católico popular: en Lima, como el Señor de los Milagros, seguido procesionalmente por un mar de gente, y el Señor de Temblores, en el Cusco, evocado magistralmente por José María Arguedas en su novela Ríos profundos.1
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