Respuestas
Respuesta:Durante buena parte del siglo XX, precisamente después de la década de 1950, el mapa laboral y los sistemas de producción empiezan a verse fuertemente afectados por los avances tecnológicos y las nuevas formas de producción. Impulsadas principalmente por la creciente productividad que alcanzaron los países más avanzados y desarrollados en materia tecnológica, se produjeron profundas transformaciones en la manera en que se entendía el trabajo y la producción hasta ese momento. Se llama tercera revolución industrial a la creciente automatización electrónica y digital que invadió los lugares de trabajo. Esta especie de robotización de los sectores impacta en el desarrollo de los conocimientos de los miembros de la sociedad, pero también impone nuevos desafíos en términos de perspectivas de crecimiento. Es decir, lo que nos da posibilidades de desarrollo implica a su vez el desafío de materializar ese progreso y transformarlo en algo real, lo cual muchas veces es frustrado por la falta de planificación general sobre los objetivos específicos, en otras palabras, la imposibilidad de clarificar el “qué” y el “cómo” y poder encuadrarlo en un horizonte temporal (Jeremy Rifkin, 2011).
Explicación:De lo utópico a lo real
Si bien postular esto va en contra de la actual sociedad de consumo, no sería una utopía tan inverosímil. Sí tendría serias disidencias con la corriente del humanismo ecologista que se preocupa por la “huella digital” que el avance tecnológico va dejando en virtud del progreso y la evolución de los sistemas de producción.
Lo curioso de este desborde de optimismo es que de producirse dicho orden, nos estaríamos acercando demasiado a los postulados generales del marxismo y su lucha contra la alienación social del trabajo. Un individuo que ya no está sometido a los medios de producción, ni a la actividad alienante del trabajo, porque a las labores más duras la realizan las nuevas maquinarias que reducirán la carga tediosa y automatizante que degrada, en la rutina diaria, la libertad de los sujetos. Además, esto podría producirse sin la necesidad de apoderarse de los medios de producción ni abolir la propiedad privada. Sería como reafirmar el estilo socialdemócrata o de una democracia socialista que no se quede a mitad de camino sino que proponga una vía alternativa a los nuevos sistemas productivos y a la nueva realidad a la que el progreso tecnológico nos ha reducido.
Conclusión
Por último podría considerarse un detalle: cómo varía la forma de entender la globalización y el progreso o la revolución tecnológica según en qué lugar del mundo nos encontremos. Es posible preguntarse si el análisis del futuro y los cambios producidos por el tan ansiado progreso lo experimenta o entienden de la misma manera un obrero en Bolivia, un estudiante universitario en Francia o un agricultor en Brasil. Preguntarse cómo asegurar que la revolución tecnológica de la que estamos absolutamente convencidos a nivel académico o productivo implica una mejora en el conjunto de las sociedades del planeta o cómo la nueva era digital y cibernética facilitarían la vida de una tribu en África. Hay un consenso general en que la evolución de las comunicaciones facilitó los procesos de transferencia de información y que redujo en gran medida la carga de trabajo, pero ¿podrá extenderse a todas las culturas? ¿Podrá la humanidad ser homogénea y liberar realmente al hombre de la sumisión al trabajo para alcanzar un nuevo orden de justicia? O en realidad lo que se producirá será grandes oleadas de desempleo producto de que lo que antes hacían tres trabajadores hoy lo hace una máquina con solo un operario… Si será así, no queda claro todavía. Pero es una realidad que hoy en día pareciera visualizarse.
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