Respuestas
Respuesta:
Batalla ante las pirámides
Este óleo, de Louis-Joseph François, recrea la batalla entre las tropas de Napoleón y las fuerzas mamelucas en 1798. Museo de Bellas Artes, Valenciennes.
Ocupación de Malta
En su camino a Egipto, Napoleón invadió Malta, dominada desde hacía siglos por los caballeros de San Juan. La fotografía muestra el fuerte de San Ángel, una de las poderosas defensas de La Valetta, la capital maltesa.
El conquistador de Egipto
En 1798 el gobierno de la República francesa puso en pie un gran ejército con la misión de conquistar Egipto. A su frente colocó al general más popular del momento, Napoleón Bonaparte, que buscaba nuevas oportunidades para aumentar su prestigio.
La gran victoria de Nelson
Medalla conmemorativa de la victoria británica en Abukir sobre la armada francesa. 1798. Museo Nelson, Birmingham.
Rebelión en la mezquita
Los cairotas se rebelaron contra los franceses, pero se rindieron cuando Napoleón ocupó la importante mezquita de Al-Azhar (en la imagen) con su caballería.
Los triunfos del emperador
El arco de triunfo de la plaza del Carrusel, en París, erigido entre 1806 y
1808, conmemora los éxitos militares de Napoleón a su retorno de Egipto.
Mamelucos: de enemigos de Napoleón a su brazo armado
Los mamelucos eran una casta de guerreros que gobernaban Egipto desde el siglo XIII. Seleccionados por su coraje y agresividad, entrenados de manera sistemática desde la infancia, eran una fuerza de combate temible. En 1808 varias decenas de mamelucos, con sus pantalones bombachos, chalecos y turbantes, sus gumías curvas y sus largos alfanjes, participaron en la represión de los madrileños en la revuelta del Dos de Mayo, como recogió Francisco Goya en este óleo de 1814. Museo del Prado, Madrid.
para saber mas
En 1798, Napoleón era un hombre flaco y enjuto de 28 años, devorado por la ambición y los sueños de gloria. Sus grandes victorias en Italia lo habían convertido en el ídolo de las masas y lo habían acostumbrado a mandar sin dar cuentas a nadie. Barras, su antiguo protector, dijo a sus colegas en el gobierno de Francia: "Promocionad a éste, o se promocionará a sí mismo".
Lo cierto es que al Directorio –un gobierno colegiado de cinco miembros, que regía el país desde hacía cuatro años– le faltaba el prestigio que a Bonaparte le sobraba. Corrupción, golpes de Estado e insurrecciones habían marcado su trayectoria. La situación era tan inestable que Bonaparte tenía siempre un caballo ensillado por si tenía que partir a toda prisa. "Debería derrocarlos y proclamarme rey –confesaba el joven general–; pero aún no es el momento. Estaría solo".
Fue entonces cuando surgió la idea de la conquista de Egipto. Algunos miembros del Directorio, como Talleyrand, ministro de Asuntos Exteriores, pensaron que Francia podría establecer allí un dominio colonial. No sólo eso. Egipto podría ser la primera etapa de un proyecto más ambicioso: establecerse en la India, donde Gran Bretaña, el gran enemigo de la República francesa, gozaba de una amplia zona de influencia.
Bonaparte aceptó el desafío. Como muchos contemporáneos se sentía atraído por el exotismo oriental; había leído una obra muy popular por entonces, el Viaje a Egipto y Siria de Constantin Volney, publicada en 1794, la mejor fuente de información sobre Egipto.
Bonaparte conoció a Volney, pero obvió una advertencia del libro: "Si los franceses se atreviesen a desembarcar allí, turcos, árabes y campesinos se armarían contra ellos [...]. El fanatismo ocuparía el lugar de la habilidad y el coraje". En realidad, Bonaparte sólo quería mantener su popularidad con nuevas victorias, y si no las obtenía en Europa sería en África. "Quiero sorprender una vez más al pueblo [...]. Iremos a Egipto".