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Evidentemente, estudiar con seriedad las relaciones mantenidas durante los dos últimos siglos por dos de las principales fuerzas que han impulsado la historia de la humanidad no es posible en unas cuantas páginas, y si hemos escogido un título tan ambicioso ha sido sólo para subrayar toda la amplitud del problema. Las puntualizaciones que siguen servirán para situar con más exactitud dentro de este marco deliberadamente extensivo el enfoque que hemos elegido.
2En primer lugar, es conveniente definir bien los términos del problema, a fin de evitar cualquier malentendido. Por Iglesia Católica (o catolicismo) se entenderá lo que se presenta a veces como «sistema católico»; esto es, una construcción ideológica totalizadora elaborada en Roma desde el Concilio de Trento, antes que las aplicaciones o los intentos de aplicación de la misma, esencialmente en Europa occidental y en sus ramificaciones misioneras de ultramar. El uso de las comillas en la expresión «mundo moderno» señala la dificultad de aprehensión del término. De hecho, seguimos aquí, aunque modificándola un poco, la versión francesa de la última proposición condenada por el Syllabus errorum de 1864:
El Pontífice romano puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna.
3«Recenti civilitate», precisaba el original latino, lo cual no es en absoluto lo mismo... La repugnancia tenaz del catolicismo al vocablo «moderno» y a toda su familia manifiesta claramente lo profunda que es la discrepancia. Por consiguiente, se entenderá por «mundo moderno» otro sistema ideológico: el que surgió de las revoluciones de fines del siglo XVIII, la francesa claro está, pero también la estadounidense.
4El segundo modo de concretar el enfoque que hemos elegido atañe al método. Bosquejar una vez más la historia-batalla del enfrentamiento entre los dos sistemas es imposible y a la vez inútil. El enfoque que emplearemos aquí será, pues, puramente historiográfico. Se centrará en detectar, en la producción francesa reciente, ya sea histórica, sociológica o politológica, las principales líneas interpretativas del mencionado conflicto, aunque sin olvidar que éstas no implican sólo una opción intelectual sino también una opción de poder, real y simbólico, a fines del siglo XX, con el pontificado deJuan Pablo II.
Iglesia católica contra «mundo moderno»
1 Eglise contre bourgeoisie. Introduction au devenir du catholicisme actuel, Tournai-París, Casterman (...)
5Este epígrafe reconoce abiertamente su deuda con la obra del sociólogo e historiador Émile Poulat, uno de cuyos principales trabajos se titula precisamente Iglesia contra burguesía1. En efecto, todo el debate gira, al menos en los medios francófonos, alrededor de las posiciones de Poulat. Éstas, a pesar de que con frecuencia son complejas y conllevan distintos matices, no dejan de tener un elemento central que hay que intentar describir, esperando no traicionar demasiado a su autor.
6Desde mediados del siglo XIX, bajo el peso de las sacudidas de 1848 que significan el fracaso de las Restauraciones, el sistema político se refuerza a la vez mediante una serie de rechazos y una serie simétrica de afirmaciones.
2 En otros términos, pero con una visión similara la nuestra, cf. Claude Langlois, «Le catholicisme a (...)
7Rechaza, ante todo, los fundamentos ideológicos del «mundo moderno», que son las Luces del siglo XVIII y sus corolarios, los derechos humanos, tal como se presentan ya en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776, pero aún más en la Declaración francesa de 1789. En consecuencia, rechaza el liberalismo político que surgió de esa ideología, en particular su concepción de las relaciones entre política y religión: rechazo de la laicización, es decir, de la separación entre un ámbito público, neutro en materia religiosa, y un ámbito privado, en el que el Estado garantiza la libertad total de conciencia; rechazo de la secularización, que muy a menudo es la continuación de la laicización dentro de la sociedad. Rechaza también, aunque menos radicalmente, el liberalismo económico, cuyos excesos se condenan con más severidad que sus principios. No obstante, el mantenimiento de un modelo de sociedad corporativo, artesanal o agropastoril, se opone enérgicamente a la industrialización y a la urbanización, a la fábrica y a la ciudad, como algo patógeno desde el punto de vista social y, sobre todo, desde el punto de vista moral2.
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Que la iglesia de antes era mas considerada porque hay unos padres que solo se interesan en la plata de nosotros
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