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Respuesta:
Un pastor se fue a la montaña para llevar a comer a sus cabritas. Estando ahí, se mezclaron con las cabras salvajes que vivían entre los peñascos, sin que ninguna peleara o se mostrara hostil ante las demás. Dicho y hecho, reunió a todas las cabritas y se marchó a su vivienda, en donde las colocó muy campantes en el establo. El pastor se fue a dormir tan contento.
El hombre llevó todo el heno al establo, donde sirvió solo un puñado para cada una de las cabras domésticas y tres puñados para las salvajes. De modo que las nuevas cabras se dieron todo un banquete, en tanto las primeras cabritas se contentaban con comer apenas lo justo. Dicho y hecho, las cabritas acudieron brincoteando hasta su prado en la montaña, donde pastaron con gran placer. Pero tan pronto como se vieron libres, las cabras salvajes enfilaron con rapidez hacia los peñascos, dejando atrás al rebaño.
Ayer fuiste injusto con esas cabras que toda la vida han estado a tu lado, solo para quedar bien con quienes apenas conoces. Si nos quedáramos contigo y volvieran a llegar nuevas cabras, no tardarías en hacernos lo mismo para darle toda tu atención a ellas. Y el pastor se dio cuenta de que tenía razón, había actuado injustamente con sus cabras más fieles, solo para procurar a unos animales que se habían aprovechado de él.
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