• Asignatura: Geografía
  • Autor: gabo9982
  • hace 8 años

10 preguntas sobre la población de México me podrían ayudar no con todas pero con unas porfavor???​

Respuestas

Respuesta dada por: johearba2005
1

Respuesta:

¿La mayoría de la población mexicana es mujer?

¿Cuál es el porcentaje de personas de estrato 1 y 2?

Respuesta dada por: danieldpinedab
1

Respuesta:

Nada más humano que preguntar. En la Biblia, la historia —el tiempo del homo sapiens— no comienza con la creación del mundo, por supuesto, ni con el soplo divino en el barro de Adán y Eva. Comienza con una interrogante: “¿Cómo es que Dios os a dicho: ‘No comáis de ninguno de los árboles del jardín’?”. Esta, que siembra la duda, la inquietud, es la primera pregunta en el libro de libros. Ser humanos —lo entendió bien la tradición judía, autora de la Biblia— es cuestionar. ¿Y qué es cuestionar? Dudar, buscar, rebelarse. Esta marca del hombre en cuanto especie lo es también del hombre en cuanto individuo. Entendemos que un niño ha nacido a la razón y a su humanidad cuando hace su primera pregunta: ¿por qué? La pregunta de este pequeño asusta no tanto porque no haya respuesta, ni porque, lo sabemos, irá seguida de otra interrogante idéntica, sino porque nos confronta. Nos dice: Ya no basta con tu calor y tu afecto: necesito respuestas, algo más que tus cuidados. Con esas dos palabras, come la criatura del árbol del conocimiento. No se conformaron Adán y Eva con el Edén natural, como no se conforma el niño con el Edén maternal.

El otro gran afluente de nuestra tradición, la Grecia clásica, se funda sobre preguntas. El padre de la filosofía eligió la mayéutica como método de indagación. Sócrates confrontaba, y a la vez guiaba, a sus interlocutores con interrogantes. Mayéutica viene del griego µαιευτικóς, que significa ‘perito en partos’. A fuerza de cuestionarlos, el ateniense extraía de sus contrapartes el conocimiento. Las preguntas, otra vez, como forma verbal de la incertidumbre, como provocación y ruta al saber.Nada más humano que preguntar. En la Biblia, la historia —el tiempo del homo sapiens— no comienza con la creación del mundo, por supuesto, ni con el soplo divino en el barro de Adán y Eva. Comienza con una interrogante: “¿Cómo es que Dios os a dicho: ‘No comáis de ninguno de los árboles del jardín’?”. Esta, que siembra la duda, la inquietud, es la primera pregunta en el libro de libros. Ser humanos —lo entendió bien la tradición judía, autora de la Biblia— es cuestionar. ¿Y qué es cuestionar? Dudar, buscar, rebelarse. Esta marca del hombre en cuanto especie lo es también del hombre en cuanto individuo. Entendemos que un niño ha nacido a la razón y a su humanidad cuando hace su primera pregunta: ¿por qué? La pregunta de este pequeño asusta no tanto porque no haya respuesta, ni porque, lo sabemos, irá seguida de otra interrogante idéntica, sino porque nos confronta. Nos dice: Ya no basta con tu calor y tu afecto: necesito respuestas, algo más que tus cuidados. Con esas dos palabras, come la criatura del árbol del conocimiento. No se conformaron Adán y Eva con el Edén natural, como no se conforma el niño con el Edén maternal.

El otro gran afluente de nuestra tradición, la Grecia clásica, se funda sobre preguntas. El padre de la filosofía eligió la mayéutica como método de indagación. Sócrates confrontaba, y a la vez guiaba, a sus interlocutores con interrogantes. Mayéutica viene del griego µαιευτικóς, que significa ‘perito en partos’. A fuerza de cuestionarlos, el ateniense extraía de sus contrapartes el conocimiento. Las preguntas, otra vez, como forma verbal de la incertidumbre, como provocación y ruta al saber.

Explicación:

Nada más humano que preguntar. En la Biblia, la historia —el tiempo del homo sapiens— no comienza con la creación del mundo, por supuesto, ni con el soplo divino en el barro de Adán y Eva. Comienza con una interrogante: “¿Cómo es que Dios os a dicho: ‘No comáis de ninguno de los árboles del jardín’?”. Esta, que siembra la duda, la inquietud, es la primera pregunta en el libro de libros. Ser humanos —lo entendió bien la tradición judía, autora de la Biblia— es cuestionar. ¿Y qué es cuestionar? Dudar, buscar, rebelarse. Esta marca del hombre en cuanto especie lo es también del hombre en cuanto individuo. Entendemos que un niño ha nacido a la razón y a su humanidad cuando hace su primera pregunta: ¿por qué? La pregunta de este pequeño asusta no tanto porque no haya respuesta, ni porque, lo sabemos, irá seguida de otra interrogante idéntica, sino porque nos confronta. Nos dice: Ya no basta con tu calor y tu afecto: necesito respuestas, algo más que tus cuidados. Con esas dos palabras, come la criatura del árbol del conocimiento. No se conformaron Adán y Eva con el Edén natural, como no se conforma el niño con el Edén maternal.

El otro gran afluente de nuestra tradición, la Grecia clásica, se funda sobre preguntas. El padre de la filosofía eligió la mayéutica como método de indagación. Sócrates confrontaba, y a la vez guiaba, a sus interlocutores con interrogantes. Mayéutica viene del griego µαιευτικóς, que significa ‘perito en partos’. A fuerza de cuestionarlos, el ateniense extraía de sus contrapartes el conocimiento. Las preguntas, otra vez, como forma verbal de la incertidumbre, como provocación y ruta al saber.

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