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Respuesta:Quien vota en blanco, no solamente manifiesta su opinión, de conformidad con las reglas de la democracia, sino que protesta. No contra el sistema, sino, concretamente contra los politiqueros, que son -según antigua definición de la palabra “politiquería”- los que “bastardean el sentido de la acción política”, tanto los que gobiernan como aquellos que están en concejos, asambleas y Congreso. Todos los politiqueros son corruptos, porque corrompen la política, que por naturaleza es un noble ejercicio, y la convierten en feria de intereses subalternos, en la cual todo se compra porque todo está en venta: puestos públicos, contratos, votos, adhesiones etc.
El que no vota, lo único que demuestra es su desinterés, su indiferencia en relación con el acontecer social y político: le da lo mismo si el gobierno es bueno o malo; si los elegidos cumplen sus promesas o se dedican a saquear el erario; si las obras públicas se construyen como se planearon y cuestan lo establecido en su presupuesto, o quedan inconclusas y se vuelven elefantes blancos, nidos de ratas y otras alimañas. Dice que no le importa la política pero necesariamente tiene que sufrir la politiquería, cuando los servicios públicos no funcionan, cuando los medicamentos son cada día más costosos, cuando no consigue un empleo porque todos son para los validos de los gamonales. Estos últimos -con apodo de animal o de cosa-, pero todos especímenes de la misma fauna variopinta; son los que dicen “tengo diez mil votos” con la misma frescura que dirían “tengo diez mil vacas”.