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Respuesta:
1. La conciencia moral es susceptible de un continuo progreso. Pero hemos de decir que la educación de la conciencia es la más difícil de las artes. No todos reciben de la naturaleza idéntica disposición para el recto juicio.
2. La rectitud del juicio de la conciencia (en lo que consiste una conciencia educada) implica un conocimiento exacto de la ley y la sabia aplicación de la misma a la acción concreta.
3. Finalmente, dos son, sobre todo, las enfermedades que pueden afectar habitualmente a la conciencia en sus juicios: el laxismo y el escrúpulo. Éstos constituyen respectivamente la degeneración del error y de la duda.
HA DICHO usted alguna vez: “Sé en mi corazón que eso no está bien”, o “No puedo hacer lo que me pides porque algo dentro de mí me dice que está mal”? Esa era la “voz” de la conciencia, la facultad que permite distinguir el bien del mal, que excusa o acusa a la persona. Sí, la conciencia es inherente al ser humano.
A pesar de que el hombre está alejado de Dios, todavía tiene la capacidad de distinguir, en términos generales, lo bueno de lo malo. Habiendo sido hecho a la imagen de Dios, refleja hasta cierto grado las cualidades divinas de la sabiduría y la justicia (Génesis 1:26, 27). Respecto a esto, el apóstol Pablo escribió lo siguiente bajo inspiración: “Siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en sus corazones, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados” (Romanos 2:14, 15).*