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El siglo XV es mucho más que el Quattrocento, así empieza el prólogo del libro de alguna manera quiere con esta obra, romper la imagen de Florencia haciendo salir a Europa de siglos de una oscuridad medieval, y a la vez imponiendo un ideal humanista. Esos tópicos impiden ver una época llena de vitalidad, muy compleja imposible de reducir a etiquetas. Huizinga la definió como el “otoño de la Edad Media”, con está definición se pone de manifiesto un desfase cronológico y las diferencias estilísticas e ideológicas que la separan del Renacimiento italiano.
La imagen de este otro siglo XV es la que nos presenta Bialostocki, con el realismo de los Eyck, el naturalismo de Sluter, los grabados de Shongauer o la narrativa de los tapices y las miniaturas, con todas las innovaciones de los objetos suntuarios que dieron los artistas, concediéndoles un prestigio incluso al sur de los Alpes.
Esta síntesis fue publicada póstumamente en italiano pero escrita originalmente en inglés por Bialostocki que dominaba siete idiomas. En ella centra su atención sobre los fenómenos artísticos, religiosos y políticos en el conjunto de Europa, de España a Lituania y de Inglaterra a Hungría. Ningún país ha recibido una atención especial por encima de los otros, apareciendo Italia en un segundo plano.
El libro empieza con un análisis de lo que se ha dado en llamar el “gótico internacional”, que encuentra una de sus manifestaciones más características, en la obra de una familia de arquitectos y escultores suabos, los Parler, y termina con Durero, el artista que unió la tendencia hacia el realismo analítico septentrional con la búsqueda de armonía y movimiento típicas del mundo italiano.
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