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Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, la letra G tuvo una fuerte discusión con las letras E e I. Tan fuerte fue la discusión que, después, la pobre G nunca volvió a ser la misma.
Cada vez que estaba al lado de la E o de la I, su sonido cambiaba. Dejaba de ser suave como el pelaje de un gato, como una gota de miel o como un guante de gamuza, para volverse áspero, casi tanto como el sonido de la J en el papel de lija.
La U, siempre preocupada por mantener la amistad y la buena onda entre todas las letras del abecedario, habló con la G para ver cómo podía hacer para ayudar. Finalmente, entre las dos resolvieron que la U se colocaría siempre entre la G y la E, o entre la G y la I, y que se quedaría muda, con la condición de que la G mantuviera su sonido suave como la gamuza.
Así fue que, gracias a la intervención de U, las palabras que usan la G con la E o con la I recuperaron la suavidad de sus sonidos. La guitarra y el guepardo se mostraron agradecidos.
Cada vez que estaba al lado de la E o de la I, su sonido cambiaba. Dejaba de ser suave como el pelaje de un gato, como una gota de miel o como un guante de gamuza, para volverse áspero, casi tanto como el sonido de la J en el papel de lija.
La U, siempre preocupada por mantener la amistad y la buena onda entre todas las letras del abecedario, habló con la G para ver cómo podía hacer para ayudar. Finalmente, entre las dos resolvieron que la U se colocaría siempre entre la G y la E, o entre la G y la I, y que se quedaría muda, con la condición de que la G mantuviera su sonido suave como la gamuza.
Así fue que, gracias a la intervención de U, las palabras que usan la G con la E o con la I recuperaron la suavidad de sus sonidos. La guitarra y el guepardo se mostraron agradecidos.
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