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Nos ubicamos en un momento clave de la Historia Argentina: La caída de Rosas. No para elogiar su gestión o denigrarla. La historiografía se ocupó mucho, tanto de lo uno como de lo otro. Pero no está de más recordar que el episodio ocurrido el 3 de Febrero de 1852 en Caseros, fue uno de los más vergonzosos de nuestro pasado. Un hecho que se sintetiza en dos palabras: Venganza y traición. La venganza queda reflejada en el informe que el Marqués de Caxias, Jefe de las tropas brasileñas en Caseros, envío a su Ministro de Guerra.: ”La 1ª División, formando parte del Ejército aliado que marchó sobre Buenos Aires, hizo prodigios de valor recuperando el honor de las armas brasileñas perdido el 20 de Febrero de 1827”. Se refería, por supuesto, a la batalla de Ituzaingó, victoriosa para las armas argentinas. Caseros fue para Brasil la “Venganza de Ituzaingó”. La traición no solo se refleja en la alianza extranjera que buscó Urquiza para derrocar a Rosas, si no también en aquéllos conspicuos rosistas que se incorporaron al círculo de amistades del entrerriano. El 9 de Febrero de 1852, Mr. Gore, diplomático británico y testigo de los hechos refirió a su Primer Ministro Lord Palmerston: “Los jefes en quienes Rosas confió, se encuentran ahora al servicio de Urquiza. Son las mismas personas a quienes a menudo escuché jurar devoción a la causa y persona del General Rosas. Nunca hubo hombre tan traicionado”. Quien facilitó la venganza brasileña y protagonizó la principal traición, no tardó en mostrar su hilacha violenta. En los días siguientes a Caseros, más de 200 personas fueron fusiladas por orden de Urquiza. Todo un regimiento, la División Aquino, fueron ahorcados sin juicio previo y sus cuerpos exhibidos públicamente. ¿No era que aquél 3 de Febrero de 1852 había caído el “Tirano sangriento”?.