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En 1564 se descubrió el grafito cerca de Borrowdale, valle situado en el condado de Cumberland al noroeste de Inglaterra. Una tormenta derribó unos árboles dejando al descubierto una veta de grafito o plombagina "plomo negro". Dicho material empezó a usarse por los habitantes locales para marcar.
Posteriormente comenzó a comercializarse en barritas, que se vendían en Londres, como "piedras de marcar". El problema de la suciedad que producían, se resolvió liándoles un cordón que se quitaba conforme se iba gastando, mas tarde lo introducían dentro de un primitivo portaminas de madera.
A partir del siglo XVII el grafito se convirtió en un mineral estratégico para Inglaterra, llegándose a castigar incluso con la pena de muerte a quien robase un trozo de grafito, debido a que era usado en la fundición de cañones. La escasez de grafito obligó a buscar soluciones alternativas al resto de países.
En 1760, Kaspar Faber, artesano de Baviera, mezcló el grafito con polvo de azufre, antimonio y resinas, obteniendo una masa que tras ser horneada, se comportaba como el grafito puro. Posteriormente, en 1795, se mejoró la calidad de estas barritas de grafito, por Nicolás Jacques Conté, al incorporarle arcilla a la mezcla y así han llegado hasta nuestros días. Los lápices son mas blandos cuanto más grafito contienen y más duros si aumenta la proporción de arcilla.
John Eberhard construyó la primera fábrica de lápices a gran escala, en Estados Unidos, a mediados de 1800. Actualmente el mayor fabricante de lápices del mundo es Brasil, con una producción que ronda los 4.500 millones de unidades.
Su nombre proviene del latín "lapis" en referencia a la piedra con que están fabricados.
Origen del lápiz
Se sabía ya desde 1775 que el grafito se trataba de una clase de carbón. Al principio, aquel plomo negro de Borrowdale, como lo llamaban, se usó en trozos llamados marcapiedras.
Más tarde se le fue dando forma hasta conseguir una barrita manejable que se envolvía en cuerda que se desenrollaba según se iba gastando: no se le sacaba punta, como ahora.
origen e historia del lápiz
Ya entonces se componía de dos partes. El lápiz propiamente dicho, que es una sustancia térrea, negra o de color, y la cubierta o envoltura que es un cilindro de madera.
Durante los primeros años se fabricaron con plombagina, sustancia metálica gris que algunos confundían con el plomo, aunque es un carburo de hierro muy blando y fácil de tallar que se cortaba en pequeños paralelepípedos que se encerraban en una cubierta de madera blanca o de color.
El comercio de estos primeros lápices de la historia lo monopolizaron los ingleses ya que fue en el condado de Cumberland donde se producía la mejor materia prima. Por razones estratégicas el lápiz no se generalizó.
La situación política internacional europea surgida de la Revolución Francesa lo impedía, ya que este mineral compuesto de carbono cristalizado y hierro servía para la fundición de cañones.
Esto hizo del grafito un mineral estratégico cuya explotación vigiló el ejército inglés, hasta el punto de que los mineros que trabajaban en su extracción eran registrados a la salida de la mina. Se castigaba con la horca a quien osara sustraer el valioso mineral, circunstancia desgraciada que hizo necesario buscar materias alternativas.
Cuando en el siglo XVIII, se interrumpieron las relaciones comerciales anglo-francesas se hizo necesario sustituir el grafito o plombagina que hasta entonces solo se explotaba en Inglaterra.