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En el Prólogo del Poema de Mío Cid, podemos advertir que el protagonista había sido enviado por Alfonso VI (rey de Castilla) a cobrar unos tributos. Cuando Rodrigo regresó a Castilla, el rey lo recibió con grandes muestras de afecto. Esto provocó cierta envidia y celos entre los vasallos de Alfonso, quienes le insinuaron luego al rey que Rodrigo se había hecho quedar una parte de los tributos.
Como Alfonso era muy voluble, creyó estas acusaciones y lo desterró injustamente de Castilla, dándole un plazo de nueve días para abandonar el reino.
Como Rodrigo era un vasallo leal, ni siquiera pensó en en rebelarse contra esta orden, a pesar de que era injusta y representaba uno de los castigos más vergonzantes de esa época (siglo XI).
(Al final del Segundo Cantar, el rey se reúne con Rodrigo a orillas del río Tajo, donde lo "perdona", pero Rodrigo ha decidido permanecer en Valencia (donde se había asentado).