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Respuesta:
su extensión y exigencia férrea en la vida medieval de la Iglesia católica de Roma es un aspecto muy aleccionador para entender los procesos evolutivos de los fenómenos religiosos y su imbricación con el poder político, a la vez que se comprueba el alejamiento de las fuentes evangélicas, las dispares tradiciones y el innnegable relativismo intrínseco en este tipo de procesos.
Explicación:
La conciencia de pecado a la que se encuentran abocadas multitud de personas, por razones psíquicas aún no aclaradas, obliga a éstas a buscar perdón ante el Trascendente, haciéndole sacrificios propiciatorios para que se apiade de ellas. En la Iglesia católica dicho fenómeno quedó plasmado en la obligación de cada cristiano a manifestar sus faltas ante Dios y la comunidad con el deseo de suplicar perdón y reconciliación. Pasados los siglos, concretó dicha práctica en la confesión auricular: examen de los pecados o de conciencia, arrepentimiento de haber pecado, con el propósito de no volver a repetir esa falta, decirla al confesor y cumplir la penitencia impuesta por éste. La penitencia, de ser un acto de reconciliación con la comunidad, pasó a ser, por influencia de los códigos de influencia germana y la tradición de los monjes irlandeses, el "tribunal de la penitencia" y, por tanto, cargado de penas cuantificadas para cada pecado y de innumerables obligaciones y coacciones
Pecado y reconciliación
El pecado y la pena por él debida dan lugar a un procedimiento complejo que pone en funcionamiento la Iglesia, autoconsiderada intermediaria entre Dios y el pecador, para que éste quede reconciliado con Dios y la comunidad. Dicho procedimiento pasa primero por la penitencia pública y, con el paso del tiempo, cuaja en lo que conocemos como confesión auricular.
Es a través de ella cómo el pecador puede evitar el castigo eterno y obtener el premio de la gloria: El sínodo de Sevilla (1604-1609) dice: El pecador en la penitencia debe "considerar que a offendido a Dios, que le dio ser i por momentos le haze tantas mercedes, i le tiene la bienaventuranza para si se arrepiente, i infierno para si muere en peccado mortal".
En los inicios del cristianismo sólo existía el bautismo para reconciliar al hombre con Dios y pasar a formar parte de la comunidad cristiana. Es a mediados del siglo III cuando san Cipriano (+258) hablaba de la posibilidad de una segunda tabla de salvación, para quien tras el bautismo hubiese pecado
Respuesta:
lo que dijo el es la mejor respuesta
:)
Explicación: