¿Que personaje domina a la perfección tanto él lenguaje formal como él coloquial?¿de que manera emplea cada uno de ellos?
Respuestas
Respuesta:
Introducción
En sentido estricto, el lenguaje coloquial no es sino el producto de una determinada modalidad de realización lingüística oral-conversacional, que se define por su inmediatez (fugacidad, espontaneidad) y por la interdependencia dinámica de todos los elementos que intervienen en el proceso de actualización comunicativa (emisor, etc.). Se entiende, pues, que cuando empleamos la denominación de "lenguaje coloquial" en el estudio de una obra literaria, nos estamos refiriendo, en realidad, a la imitación que del lenguaje conversacional pone el autor en boca de sus personajes.
Y es que las limitaciones, convenciones y condicionamientos que la comunicación escrita impone al texto son muy diferentes de los que impone la comunicación oral. En efecto, el coloquio presenta una estructura abierta que se basa en la alternancia comunicativa y en el puntual compartir por parte de los interlocutores, es efímero y está condicionado por la inmediatez: todo ello favorece la improvisación formal. La comunicación escrita literaria, por su parte, unilateral (receptor-mensaje) y destinada por su autor a perdurar, debe proporcionar un determinado contexto de sentido ("elaborándolo", desde una dimensión más o menos imaginaria, para el lector [1]), supedita todo elemento al plan general de conjunto y crea unas determinadas expectativas en el lector: todo ello favorece, por un lado, la formulación lingüística reflexiva (como parte de la "voluntad de estilo" de su autor) y, por otro, el re-uso (relectura, comprobación, memorización) por parte del receptor.
Por eso, a diferencia de los coloquiales, los textos literarios dialogados no son sino elaboraciones (creación, recreación) de la lengua hablada, que responden a una actitud singular y previa del escritor (subrayo: del escritor). Galdós, abanderado de la naturalidad en el lenguaje literario, fue maestro en asignar a cada uno de sus personajes un lenguaje propio, que los caracteriza fuertemente como individuos. Y en este sentido, sin duda, sus novelas sí concuerdan con el tópico del "espejo en el camino" que refleja con fidelidad la realidad: lo que dicen sus personajes parece, en general, lo propio de ellos, nos suena tan natural como si los escucháramos en una de nuestras salidas diarias; no percibimos la distancia que hay entre sus palabras y su recreador, ni entre sus mensajes y nuestra recepción, porque Galdós (mediador en el proceso comunicativo) consigue recorrerla con pasos imperceptibles, adecuando perfectamente el uso que del lenguaje hablado hacen sus personajes a sus planteamientos novelescos de autor que persigue reflejar con verosimilitud todo un mundo de ficción. Y éste es, sin duda, un mérito que no podemos negarle a nuestro autor.
Pero cosa bien distinta es )por más que no suele tenerse en cuenta) que a una perfecta adecuación de lo coloquial a lo literario (como la que hace nuestro autor) corresponda, complementariamente, una perfecta adecuación literaria a lo coloquial. Porque Galdós utiliza el lenguaje coloquial (en su registro popular casi siempre) como recurso estético, y no hace )ni pretende hacer) en sus novelas una reproducción fiel de la realidad del lenguaje conversacional corriente, con sus titubeos, sus rupturas, sus interrupciones, sus abundantísimos elementos de carácter fático, sus imprecisiones, sus errores espontáneos e inevitables... y tantas otras características que, sin duda, trasladadas al papel, dificultarían la adecuada fluidez del texto y aburrirían al lector. Ello no es, como puede comprenderse, demérito de Galdós, sino todo lo contrario: probablemente lo único sensato que un autor con voluntad de permanencia para su obra puede hacer. En las páginas que siguen intentaremos mostrar, por una parte, de qué estrategias se vale el autor de Miau para convertir el lenguaje en el rasgo caracterizador esencial de sus personajes; y, por otra, qué recursos ha seleccionado del lenguaje coloquial para que, incorporado éste al texto sin menoscabo de su valor estético, no estorbe su comprensión (sino la facilite) ni traicione la expectativa "realista" del lector. Naturalmente, hacer un estudio detenido de todos ellos requeriría mucho más tiempo y espacio de los que en esta ocasión disponemos; por eso, más allá de los más representativos (los de expresividad), nos limitaremos a poco más que presentar un mero índice de fenómenos.
1. El lenguaje, caracterizador de los personajes en Miau