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Llega de nuevo la Navidad, espacio del tiempo que nos obliga a pensar de donde venimos y hacia donde vamos. Nos hace reflexionar sobre el cumplimiento de nuestros sueños, sobre los retos que aún tenemos, sobre las oportunidades que aprovechamos y las que dejamos pasar. El ambiente navideño nos invita a regresar a nuestras raíces, a recordar el cariño de nuestros seres amados, el recuerdo del ausente y el amor de nuestros amigos y familiares.
¿Quién no añora durante todo el año la época de la navidad? Ésta nos hace recordar ese sentimiento profundo de felicidad que colmaba nuestros corazones cuando con gran fervor le pedíamos al Niño Dios (O quien hiciera sus veces) un regalo diferente cada día. Parte de lo bonito de crecer es descubrir que ese regalo es la vida misma y que el juguete deseado se convierte en la risa amable de nuestros seres queridos.
Los ritmos de la Navidad se tocan con las cuerdas más sensibles de nuestro corazón, todo vibra con alegría. Siempre recordamos que formamos parte de un todo, que somos hermanos, unidos a través de lazos invisibles e indivisibles. No somos seres aislados, todo lo que hacemos tiene efecto en los demás.
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