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La renovación científica y cultural de los siglos XV y XVI permitió la aparición de medios técnicos que posibilitaron los viajes de exploración. La experiencia y búsqueda de nuevos conocimientos impulsaron desarrollos en matemática, física y astronomía, que llevaron a pensar el mundo conocido y el desconocido de otra manera. Así, se desarrolló la idea de que el sol, y no la tierra, era el centro del universo y se retomó la noción de la redondez de nuestro planeta que en la antigüedad habían pensado algunos geógrafos griegos. Diversas invenciones contribuyeron a los viajes de exploración, entre ellas la brújula y el astrolabio. La brújula, cuya aguja señala el Norte, permite ubicar los puntos cardinales para orientarse. El astrolabio era un instrumento para medir la posición de los astros (el Sol y, de noche las estrellas). Conociendo el movimiento aparente de las constelaciones a lo largo del año en un lugar determinado (que se registraba en anotaciones o cartas estelares), era posible calcular cuán lejos se estaba de ese lugar, y así se tenía una idea aproximada de la ubicación en un sitio desconocido.