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Si bien comenzó como una lucha en contra del régimen Porfirista (1876-1910), la Revolución Mexicana se transformó en una guerra civil donde sus contrincantes se peloteaban el poder en búsqueda de libertades democráticas, justicia, educación o dinero.En estos tiempos de crisis política y humanitaria, México se encuentra sorpresivamente conmemorando otro año más de la Revolución Mexicana. Es una fecha que, además de permitir disfrutar descuentos en un puente, habla de una lucha de supervivencia que respondía a los intereses de quienes buscaban alcanzar el poder.
Si bien comenzó como una lucha en contra del régimen Porfirista (1876-1910), la Revolución Mexicana se transformó en una guerra civil donde sus contrincantes se peloteaban el poder en búsqueda de libertades democráticas, justicia, educación o dinero. Esta lucha es actualmente considerada como el acontecimiento político y social más importante del siglo XX en México, en donde campesinos, militares, generales y profesionistas delinearon cada eventualidad del movimiento armado.Sin embargo, ¿qué tuvo que pasar para que el país se viera envuelto en una guerra que derrocaría a un dictador quien llevó a su pueblo tanto a la popularidad como a la ruina?
De acuerdo con los antecedentes de la Revolución, Porfirio Díaz llevó al país durante 34 años a un significativo crecimiento económico y una estabilidad política a expensas de ciertos sectores de la población. Estos logros requirieron altos costos económicos y sacrificios sociales en donde la clases media baja y baja –el 51 por ciento de la población rural– sufrieron las consecuencias de este régimen afrancesado. Esto, por supuesto generó un creciente descontento en estos sectores de la población; en especial los mayas, tzotziles, coras, huicholes y rarámuris. Como por ejemplo, las leyes favorecían a los hacendados al ser los únicos con acceso a créditos y a proyectos de irrigación, mientras que los pequeños pueblos y agricultores independientes se veían obligados a pagar altísimos impuestos. Esto provocó un fuerte desbalance en la economía agrícola, pues las haciendas tenían grandes cantidades de tierra sin cultivar y eran menos productivas que las propiedades menores. Podría decirse que el gobierno de Díaz se trató de un régimen que reprimió y deportó a la diversidad indígena del país, principalmente en contra de los yaquis del norte. Cabe mencionarse que estos grupos étnicos colaboraron eventualmente con las fuerzas revolucionarias, provocando así el derroque de Díaz.