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Mis pantalones de la escuela
eran una prenda consagrada
sus hilachas al viento casi vuelan
parecían carne mechada.
Mi camisa casi transparente
de tantas y tantas lavadas
fue conmigo consecuente
desde el inicio hasta mi graduada.
De mis medias ni se diga
con ellas me hice campeón
me las quitaba en plenas rencillas
y todos huían por el olor.
Ay mis zapatos, esos son
los fieles compañeros a la escuela,
ya no les quedaba tacón
ni las trenzas, ni la suela.
Y que decir del bolso escolar
el pobre ni los libros recogía,
tenía tantos agujeros ya
que todo lo que guardaba se salía.
Pero a pesar de todo eso,
pude felizmente terminar
nada pudo impedirme el progreso,
ni tampoco mis ganas de estudiar
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