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La digestión es el proceso biológico por el cual los organismos adquieren los nutrientes necesarios para realizar sus funciones vitales. Es durante la digestión, cuando nuestro cuerpo sufre una serie de modificaciones para llevar a cabo este proceso. Una de estas modificaciones sería el aumento de temperatura corporal debido a que el aparato digestivo libera más calor para absorber los alimentos consumidos.
Dependiendo de la cantidad de calorías totales de la comida ingerida, la temperatura de nuestro cuento variará, pero también lo hará en función de la cantidad de proteínas ingeridas.
El acto en sí de absorber los nutrientes implica una mayor cantidad de sangre que se dirige hacia los capilares que envuelven al sistema digestivo, haciendo que otras partes del cuerpo bajen la afluencia de sangre y, como consecuencia, que aparezca la sensación de frío local en determinadas partes del cuerpo.
Es por eso que, a pesar de que la temperatura de tu cuerpo aumente, esta sensación de frío surge justo después de comer.
Y es que nuestro sistema circulatorio actúa en nuestro organismo como una especie de ‘estufa’, llevando calor a todas las partes de nuestro cuerpo de forma regular, y trabajando de manera más potente en el momento de la digestión para que, aunque la sangre se acumule en el sistema digestivo, el resto de nuestro organismo no se quede sin el calor corporal necesario para sobrevivir. Seguramente por eso notas más cansancio, además de frío. ¡Tu cuerpo trabaja a más revoluciones después de comer!
Teniendo en cuenta que la temperatura corporal es clave en el proceso de digestión, ten cuidado a la hora de someterlo a cambios bruscos temperatura exterior, ya sea por beber agua demasiado fría o por entrar al agua de manera brusca. Es aquí donde parece la temida hidrocución o, como la conocemos de manera coloquial, el ‘corte de digestión’.