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1- Potencia muscular. Una idea muy extendida: el hombre somete a las mujeres por su mayor fuerza física. Por el mismo motivo se ocupó de los trabajos más duros y de esa forma acabó controlando la producción. Es una explicación sencilla, intuitiva. Pero juegan en su contra algunas objeciones: que los hombres son más fuertes es una verdad a medias (solo como promedio; y ellas suelen ser más resistentes al dolor o la enfermedad). Otro reparo es más de fondo: el poder social no suele depender de la fuerza física. Ni reyes ni generales ni sacerdotes han llegado a donde están por su musculatura. Lo normal ha sido más bien que desde el poder se viera el trabajo duro como cosa de esclavos, siervos o mercenarios.
2- La propensión a la violencia. Es una variación del razonamiento anterior con un matiz: la clave no es la fuerza sino la agresividad. "Millones de años de evolución han hecho a los hombres mucho más violentos que las mujeres", sostiene Harari. "Los hombres son más proclives a la violencia física y bruta", si bien, aclara, las fuerzas estarían parejas en la capacidad de conspirar, manipular o traicionar. Vistas las cifras esto no es ningún disparate: la inmensa mayoría de condenados por delitos violentos en todo el mundo son varones. En España, con datos de 2012, hubo 3.677 condenas por homicidio para varones, frente a solo 285 por mujeres, menos del 8%. Entonces, volviendo a Harari, habría sido la guerra la que forjó la sociedad y el patriarcado. Algunos peros: las guerras no son una pelea a puñetazos; las ganan los estrategas, los más organizados, o los que saben tejer alianzas y recabar apoyos. No los más brutos. Y, si la mujer estuviera mejor dotada para la negociación, ¿cómo no ocupó el poder político?, se pregunta el historiador.
3- Los genes. Atención que esto es peliagudo: ¿nos ha programado la evolución para el machismo? Según este punto de vista, durante millones de años "hombres y mujeres desarrollaron diferentes estrategias de supervivencia y reproducción". Entra aquí en juego la selección sexual que planteó Darwin: los hombres que lograban tener descendencia eran los más ambiciosos y competitivos; esa dinámica las convirtió a ellas en dependientes, al propiciar la descendencia de las que daban el perfil de "cuidadoras sumisas". Pero Harari también cree que esta hipótesis tiene grietas: en especies como los elefantes y los bonobos, la selección sexual llevó a una sociedad matriarcal en la que las hembras crean redes de cooperación muy eficaces frente a unos machos más individualistas. ¿Por qué no fue así con el sapiens?
Complicado debate. Uno echa de menos más atención a la maternidad, que aún en el siglo XXI sigue siendo un gran factor (¿el principal?) de discriminación femenina. Si acudimos a Darwin y Wallace, los padres del evolucionismo, podemos llevarnos un chasco: cosas de su época, les preocupaba poco el sexismo. Y consideraban obvia la superioridad intelectual masculina. Esto escribió Charles Darwin en el origen del hombre y selección en relación al sexo en 1871
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espero que te sirva :)
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lol
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lol