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Si las comparamos con los otros dos tipos de aguas mencionadas al comienzo de este artículo, podemos observar que la característica principal del agua mineral natural es que no necesita de ningún tipo de tratamiento de tipo químico para posibilitar su consumo. Esto se debe a su pureza original, lo que las sitúa, ciertamente, en un plano totalmente diferente a los otros tipos de agua. La composición química se mantiene estable y constante, así que, gracias al etiquetado de los envases, el consumidor conocer a ciencia cierta qué está bebiendo en todo momento.
El agua mineral, tal y como deja atisbar su denominación, tiene un origen subterráneo. Este hecho permite que el agua esté perfectamente protegida, de manera completamente natural. De hecho, el envasado de las aguas naturales tiene lugar en el auténtico pie del manantial en las condiciones ideales para proteger y mantener inalterables sus propiedades. De este modo, gracias a los envases herméticos, se pueden llevar hasta el consumidor final garantizando su seguridad alimentaria y que sus propiedades son las ideales.