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Respuesta:
Explicación:
en Quito en el último tercio del siglo XIX y las primeras décadas
del XX. Esto nos ayudará a entender la constitución de los sectores populares urbanos
como sectores modernos en un contexto poscolonial, poniendo en cuestión cualquier
visión estática y dicotómica. Los cambios en la cultura popular sólo pueden entenderse
como parte de un proceso social más amplio y al interior de un campo de fuerzas.
Aún cuando el Quito del siglo XIX e inicios del siglo XX ha sido caracterizado
como una “ciudad señorial” o “tradicional”, dado el peso de la estructura terrateniente,
en su interior se estaban dando una serie de transformaciones en la economía, los
sistemas de identificación y los comportamientos cotidianos.
Si bien la sociedad quiteña estaba fuertemente condicionada por el imaginario de
la separación y por un sistema estamental y jerárquico, la lógica a partir de la cual se
organizaba la vida cotidiana, era muchas veces la de la yuxtaposición de los distintos
órdenes sociales. El mundo ciudadano en Quito, como en otras ciudades andinas, se
sintió identificado con lo urbano y con lo letrado; sin embargo en la vida cotidiana
los límites que separaban lo popular de lo no popular, lo urbano de lo no urbano, lo
escriturado de lo no escriturado, eran, muchas veces, difusos.
En un país en el que los aparatos burocráticos del estado estaban poco desarrollados,
la administración de las poblaciones pasaba por una red de relaciones personalizadas,
que al mismo tiempo que reproducían las jerarquías, promovían la hibridación. Esto
podría ser asumido como barroco, pero hay que entender el barroco, no tanto como un
ethos común a una época, sino algo anclado en un campo de fuerzas y en una economía
y una sociología política. El barroco se mostraba, sobre todo, en determinados espacios
y de modo liminal, como el mercado, en los que se reproducía lo que Baktin llama el
“espíritu de la plaza pública” (Baktin 1998)