(Lady Bracknell y Archibaldo pasan al saloncito de música. Susana se queda rezagada.)
Gresford: Qué día tan hermoso, ¿verdad?
Susana: ¡No irá usted a hablarme del tiempo míster Gresford! En cuanto una persona me habla
del tiempo que hace, estoy segura de que lleva otra intención. Y me pongo nerviosísima.
Gresford: Y yo llevo otra intención.
Susana. Ya me lo figuraba. Yo nunca me equivoco.
Gresford: Y pienso aprovechar la ausencia temporal de Lady Bracknell...
Susana: Hará usted bien. Mamá tiene un modo de volver a entrar súbitamente que más de una
vez he tenido que llamarle la atención.
Gresford: Susana, desde que la vi, la admiré más que a ninguna de las mujeres que he conocido
desde... que la conocí a usted.
Susana: Sí, lo Sé. Y ojalá que hubiese estado usted un poco más expresivo; en público, por lo
menos. Siempre tuvo usted para mí un atractivo irresistible. Aún sin conocerle estaba usted lejos
de serme indiferente. (Gresford la mira estupefacto.) Vivimos, como supongo sabrá usted, míster
Gresford, en un siglo de ideales. Al menos, así nos lo repiten de continuo los poetas. Pues bien;
mi idea ha sido siempre querer a un hombre que se llame Ernesto. ¡Ernesto! No sé qué tiene este
nombre, que me fascina. Desde el momento en que Archibaldo me dijo que tenía un amigo que se
llamaba Ernesto comprendí que estaba destinada a quererle a usted.
Gresford: ¿Pero realmente me quiere usted?
Susana: ¡Con pasión!
Gresford: No sabe usted lo feliz que me hace.
Susana: ¡Mi Ernesto!
Gresford: Pero, si mi nombre no fuera Ernesto podrá usted quererme, ¿verdad?
Susana: Pero usted se llama Ernesto.
Gresford: Sí, lo sé. Pero, sino me llamara así, ¿iría usted a dejarme de querer por eso?
Susana: ¡Ah!, eso es ya una especulación y, como la mayoría de las especulaciones, no tiene relación
con los hechos de la vida real, tal como los conocemos.
Gresford: Pues a mí, querida Susana, a decir verdad, confieso que me tiene sin cuidado llamarme Ernesto... Es más: no creo que el nombre compagine con mi personalidad.
Susana: ¿Cómo que no? Le queda perfecto. Es un nombre divino. ¡Tiene una música!
Gresford: Pues yo encuentro que hay una porción de nombres muchos más bonitos. Juan, por ejemplo, es un nombre precioso.
SUSANA.- ¿Juan?... ¡Oh, no! No tiene la menor música. He conocido varios Juanes, y todos, sin excepción, eran vulgarísimos. No; el único nombre posible es Ernesto. ¡Ernesto!
Hola a todos, me podrían ayudar por favor indicándome a que parte del texto dramático pertenece este fragmento?
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