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La presencia de los bárbaros (extranjeros) en el imperio romano no fue intempestiva sino gradual. Comenzaron a infiltrarse a partir del siglo III, dedicándose a tareas agrícolas o participando del ejército. Ya en el siglo V, se produjo su ingreso masivo.
Los germanos provenían del norte y del este de Europa, de zonas no aptas para el cultivo, y fueron denominados bárbaros por los romanos por sus costumbres rústicas y primitivas.
Estos pueblos germanos, se regían por sus propias leyes, de acuerdo al derecho de gentes (Los romanos poseían un derecho civil para sus ciudadanos y uno de gentes, para los extranjeros). Tenían sus propios jefes y conservaban sus costumbres, no hablaban latín y eran paganos.
En el siglo V, los hunos, pueblo asiático de origen mongol, caracterizados por su espíritu violento, liderados por Atila, irrumpieron en el imperio romano y junto a ellos se incorporaron los germanos, que escapando de los hunos, aprovecharon la debilidad del Imperio Romano de Occidente para desplazar a sus autoridades y asumir el poder.
Los germanos, sobre todo los godos, obtuvieron permiso para ingresar al imperio, con el fin de actuar como barrera contra la invasión de los hunos. Así probaron la superioridad de sus fuerzas por sobre las romanas, lo que alentó la toma del mando.
En el año 476, Odoacro, rey visigodo, fue proclamado rey de Roma, lo que significó la disolución definitiva del imperio romano de occidente.
Cada uno de estos pueblos se estableció en sectores diferentes del imperio romano de occidente, formando pequeños reinos, llamados Reinos Romano Germánicos.
Entre los pueblos germanos invasores encontramos a los godos, divididos en visigodos, en occidente y los ostrogodos, en oriente. Los francos, los suevos, los burgundios, los anglos, los sajones y los jutos, los vándalos, los alanos y los alamanes, constituían el resto de los pueblos.
Los vándalos arrasaron las Galias, pasaron por Hispania, se dirigieron al norte de África, conquistaron Cartago, y desde su puerto se dedicaron a la piratería, asolando el Mediterráneo.
Los ostrogodos detentaron el poder, con la asunción de Teodorico, que mató a Odoacro.
Los visigodos debieron retirarse de Italia, dirigiéndose al oeste, estableciendo su gobierno en el sur de la región y en casi toda Hispania.
Los francos su ubicaron en el norte de las Galias, adoptando la fe católica tradicional, convirtiéndose en los defensores radicales de la cristiandad.
Los sajones, aliados con los anglos y los jutos se instalaron en Britania, con costumbres muy diferentes a las romanas.
Salvo estos casos aislados, la mayoría eran respetuosos de la cultura romana, y produjeron la fusión de las costumbres romanas con las propias. La aristocracia germana comenzó a utilizar como su idioma el latín, que luego modificado, dio lugar a las lenguas romances.
La religión que hubiera podido ser un elemento conflictivo en la relación de los invasores con los pueblos autóctonos, se transformó en un factor de unidad al aceptar la mayoría de los reinos la religión católica.
Los visigodos abandonaron el arrianismo, religión cristiana no reconocida por la iglesia católica, para aceptar esta última en el siglo VI, bajo el reinado de Recaredo y los francos rechazaron el paganismo a fines del siglo V, durante el reinado Clodoveo. Así la iglesia católica, lejos de debilitarse cobró un inmenso poder.
Se produjo la ruralización de la economía, la monarquía se transformó en hereditaria y se cambió el concepto de ciudadano por el de fidelidad personal, que significaba, un acuerdo personal de ayuda mutua y una relación de mando y obediencia entre quienes la establecían, por ejemplo: entre el jefe y sus guerreros o entre propietarios y campesinos. Esto originó el sistema feudal.
Adoptaron la ley escrita, según la modalidad romana, ya que ellos se regían por el derecho consuetudinario (costumbres).
Los germanos aceptaron el sistema de la personalidad de la ley, por la cual cada uno debía ser juzgado por sus propias leyes. Los romanos, carecían de normas, ya que Roma ya no existía y por eso, tuvieron que redactarse las que los regirían en lo sucesivo.
Teodorico, rey de los ostrogodos, redactó la primera colección de leyes, en el año 500, conocida como el Edicto de Teodorico, para godos y romanos, siendo una excepción al referido principio de personalidad de las leyes. Estaba compuesta de ciento cincuenta y cuatro artículos basados en resúmenes de fuentes romanas.
Los burgundios, establecidos en la Francia oriental, promulgaron a principios del siglo VI, bajo el reinado de Gundebardo, la Ley Romana de los Burgundios, destinadas sólo a los romanos, basándose también en las normas romanas. Fue reemplazada en el año 534 por el Breviario de Alarico.
El Breviario de Alarico o Lex Romana Visigothorum, fue obra del rey visigodo Alarico II, es la más perfecta de las leyes romano-bárbaras, y data del año 506, redactada directamente por juristas romanos