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La economía indígena tradicional está basada en la diversidad y en conocimientos y saberes que permiten el uso y manejo de la biodiversidad, manteniendo un amplio abanico de estrategias económicas para la producción, recolección e intercambio con otras comunidades y con el mundo no indígena. La capacidad para seleccionar y usar de manera exitosa alguna estrategias, entre muchas posibles, requiere de un conocimiento sofisticado de las condiciones ecológicas, ambientales y culturales. Ese conocimiento ha sido acumulado y trasmitido por generaciones.
Así como para la economía de mercado el eje ordenador, el principio lógico, es la acumulación, para la economía indígena el eje ordenador es la distribución. Mientras la acumulación apela al valor del individualismo, el de la distribución apela más al valor de la solidaridad.
Justamente el concepto del Sumac Kausay o Buen Vivir es un concepto orientador del sistema de cooperación comunitario, y se rige por el principio de igualdad y de equidad social, que contribuye a fortalecer relaciones asociativas basadas en la confianza, en la solidaridad, en la reciprocidad y en la pertenencia.
El mercado puede modificar nuestra forma de ver el mundo, la forma de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza
Al enfrentarse la economía indígena de las comunidades indígenas a la economía de mercado, se empiezan a perder, en mayor o menor medida y velocidad, las formas tradicionales de vida. En un primer momento, la economía comunal trata de adaptarse, sólo comerciando con los pequeños excedentes de la producción destinada al autoconsumo. Pero poco a poco, y a medida que se empieza a depender del consumo de bienes “foráneos” (instrumentos de trabajo, ropa, comida, e incluso armas –para cacería, o control territorial), la necesidad de dinero se hace más apremiante, disminuye el comercio o trueque con otras comunidades, y los indígenas, cada uno por su cuenta, empieza a ofertar tanto productos de la selva, como de las chacras, y vendiendo su fuerza de trabajo, alejándose entonces de sus comunidades por periodos cada vez más largos.
Esto tiene un costo social enorme, pues se va debilitando el sistema de reciprocidad, las formas sustentables de convivencia con la naturaleza (que limitaban la caza, la pesca y la recolección a lo únicamente necesario para la subsistencia familiar o comunal), y se van generando crecientes diferencias entre las familias, en razón de sus vínculos con el mundo externo (motoristas, maestros, promotores de salud, líderes comunitarios, artesanos, cazadores-recolectores, entre otros), generando divisiones al interior de las comunidades y organizaciones.
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