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Jean-Paul Sartre (1905 – 1980). Filósofo, escritor y dramaturgo francés, es el representante del existencialismo. Participó en la Segunda Guerra Mundial y estuvo prisionero de los alemanes. Es posible que quisiera calmar su náusea interior dando a conocer todo lo que pensaba, lo que hacía, valiéndose de todos los medios: novela, teatro, conferencias…
Como testigo de su generación, la de post-guerra (literatura comprometida), plantea cuestiones palpitantes y presenta tipos y circunstancias en un ambiente de inquietud. Uno de sus críticos señala que “a partir de 1914, la Primera Guerra Mundial, la revolución rusa, la mal entendida democracia de algunas naciones, el fascismo, el nazismo, la Segunda Guerra Mundial, la pérdida de la libertad de muchos países, el peligro de una guerra nuclear…, en síntesis, la angustia, forma de la vida presente, invade todo el ser”.
Después de cada conmoción histórica surge un movimiento que deja huellas profundas. De las guerras napoleónicas surgió el “romanticismo”. De la guerra de 1914 – 1918, el “dadaísmo” y el “surrealismo”. La guerra de 1939 - 1945 trajo el “existencialismo”.
Los jóvenes, después de la Segunda Guerra Mundial, se encontraron solos, desorientados, desesperanzados, sin hogar. A esa angustia mezclaron el anhelo de libertad, y como escape, se refugiaron en la música estridente, se vistieron con camisas negras, usaron sandalias espartanas. Como manifestación falsa del existencialismo, se puso de moda dejarse crecer el cabello, tomar droga, no estudiar ni trabajar; renunciar a todas las esperanzas y proclamar que la vida es un asco; y para todo eso, se reunían en París, en Saint Germain des Prés. Pero aquello no era existencialismo.
El existencialismo es una doctrina que trata el doloroso problema de la existencia humana, y no da lugar ni al humorismo ni a la fantasía.
Sartre creía que ELEGIR Y RESPONSABILIZARSE son fundamentales para el hombre. Por eso su teatro es de ideas; lleva al espectador a poner atención a los más graves problemas de nuestra existencia; acomete problemas que afectan directamente la vida humana y crea personajes desagradables.
A puerta cerrada
Es una de sus obras de teatro existencialistas, estrenada en 1944. En un cuarto (del infierno), Sartre encierra a tres desconocidos que van asumiendo conscientemente sus crímenes. Una habitación herméticamente cerrada en la que TIENEN que convivir José Garcin, publicista y hombre de letras, muerto de doce balazos por cobarde, y dos mujeres: Inés Serrano, empleada de correos, muerta a causa de que su compañero le abrió la llave del gas, y Estela, la coqueta y “fácil” muchacha, quien murió a causa de una neumonía, pero que cometió el crimen de matar a su hijo. Ella se interroga: “¿Por qué nos han reunido?... ¿Para qué?... Los miro y pienso que vamos a continuar juntos”.
Garcin responde: “Ninguno puede salvarse solo; tenemos que perder juntos o salir juntos del apuro”.
Inés dice: “Estamos en familia…. En la familia de asesinos… estamos en el infierno… ¡en el infierno! ¡Condenados! Está condenada esta santita. Condenado el héroe irreprochable… Hay gentes que han sufrido por nuestra causa hasta la muerte, y eso nos divertía ¿no? Pues ahora hay que pagarlo…. No tenemos tortura física, y sin embargo estamos en el infierno…. El verdugo es cada uno de nosotros para los demás…Yo soy mala; eso quiere decir que necesito el sufrimiento de los demás para existir….”.
Los tres tienen que vivir en un infierno; tendrán que soportarse, fijas las miradas los unos en los otros, cada uno con sus culpas y sus castigos. Garcin, soñó ser un héroe de la guerra, pero murió como un cobarde. Las mujeres, una muy femenina; la otra, viril y lúcida. Ninguno de los tres podrá cerrar los ojos, tendrán que vivir con ellos abiertos porque hay permanente luz y el cuarto está herméticamente cerrado. Esta obsesión de los ojos abiertos y fijas las miradas unos en otros, se repite a través de la obra:
Garcin afirma: “todos tenían los ojos clavados en mí”. Estela declara: “Cuando no me veo, me pregunto si existo de verdad”. Inés dice: “No les quitaré los ojos de encima”. Estela a Garcin: “No puedo amarte mientras tengan los ojos puestos en mí”.
Viven molestos; discuten, al contar cada uno la causa que lo llevó a esa situación. Todo les resulta inútil. Se dan cuenta de que no hay nada que hacer, y resignadamente, se sienta cada uno en su sillón……
Garcin empieza a llamar a la puerta: “¡Abran! ¡Lo soportaré todo!”
La puerta se abre de repente, pero Garcin no se va, e Inés dice: “¿Quién entonces?.... ¿Quién nos retiene? ¡Resulta que somos inseparables!”
Y Garcin: “Ahora comprendo que estoy en el infierno… esto es el infierno… el infierno son los demás…”
Inés exclama: “¿Comprendes? ¡Estamos juntos para siempre!” Garcin agrega: “¡Para siempre!.... Bueno, sigamos…”
El telón cae. Y ellos también caen sentados, cada uno en su canapé.
Explicación: