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-Las invasiones de tribus bárbaras
Roma se había enredado con las tribus germánicas durante siglos, pero para el año 300 los grupos "bárbaros", tales como los godos, habían invadido más allá de las fronteras del Imperio.
-Los problemas económicos y el exceso de confianza en el trabajo esclavo
A pesar de que Roma fue atacada por fuerzas externas, también se desmoronó desde el interior debido a una grave crisis financiera. Las constantes guerras y gastos excesivos habían aligerado considerablemente las arcas imperiales, y los impuestos opresivos y la inflación habían aumentado la brecha entre ricos y pobres.
-El ascenso del Imperio de Oriente
El destino de la Roma Occidental fue sellado parcialmente a finales del siglo III, cuando el emperador Diocleciano dividió el imperio en dos mitades: el Imperio de Occidente asentado en la ciudad de Milán, y el Imperio de Oriente en Bizancio, más tarde conocido como Constantinopla. La división hizo al imperio más fácilmente manejable en el corto plazo, pero con el tiempo las dos mitades se distanciaron.
-La expansión y gastos militares excesivos
Con un territorio tan extenso para gobernar, el imperio se enfrentó a una pesadilla administrativa y logística. Roma se esforzó por reunir suficientes tropas y recursos para defender sus fronteras de rebeliones locales y ataques externos, y en el siglo II el emperador Adriano se vio obligado a construir su famosa pared en Britania. A medida que más y más fondos se canalizaron en el mantenimiento militar del imperio, el avance tecnológico ralentizó y la infraestructura civil de Roma cayó en mal estado.
-La corrupción del gobierno y la inestabilidad política
Si el extenso tamaño de Roma la hizo difícil de gobernar. La guerra civil empujó al imperio al caos, y más de 20 hombres tomaron el trono en el lapso de sólo 75 años. La podredumbre política también se extendía al Senado Romano, que no pudo atemperar los excesos de los emperadores debido a su propia corrupción e incompetencia. Al empeorar la situación, el orgullo cívico se desvaneció y muchos ciudadanos romanos perdieron la confianza en su liderazgo.
-El cristianismo y la pérdida de los valores tradicionales
La decadencia de Roma encajaba con la difusión del cristianismo, y algunos han argumentado que el surgimiento de una nueva fe ayudó a contribuir a la caída del imperio. El Edicto de Milán legalizó el cristianismo en el año 313, y más tarde se convirtió en la religión del estado en 380. Estos decretos terminaron con siglos de persecución, pero también erosionaron el sistema de valores tradicionales romanos. El cristianismo desplazó a la religión romana politeísta, que considera que el emperador poseía una condición divina, y también cambió su enfoque alejándolo de la gloria del Estado y colocándolo en una sola deidad. Mientras tanto, papas y otros líderes de la iglesia tomaron un papel más importante en los asuntos políticos, lo que complicó aún más la gobernabilidad. El historiador del Siglo XVIII Edward Gibbon fue el más famoso defensor de esta teoría, pero su posición desde entonces ha sido ampliamente criticada. Si bien la expansión del cristianismo pudo haber desempeñado un pequeño papel en la reducción de la virtud cívica romana, la mayoría de los estudiosos argumentan que su influencia palidecía en comparación con los factores militares, económicos y administrativos.
-El debilitamiento de las legiones romanas
Durante la mayor parte de su historia, el ejército de Roma fue la envidia del mundo antiguo. Sin embargo, durante el descenso, la composición de las poderosas legiones comenzó a cambiar. Sin poder reclutar suficientes soldados de la ciudadanía romana, emperadores como Diocleciano y Constantino comenzaron a contratar mercenarios extranjeros para unirse a sus ejércitos. Las filas de las legiones finalmente se hincharon con Godos Germánicos y otros bárbaros, al punto que los romanos comenzaron a usar la palabra latina "barbarus" en lugar de "soldado". Si bien estos soldados resultaron ser guerreros feroces, también tenían poca o ninguna lealtad al imperio y sus oficiales hambrientos de poder a menudo se volvían contra sus patrones romanos. De hecho, muchos de los bárbaros que saquearon la ciudad de Roma y provocaron la caída del Imperio de Occidente se habían ganado sus galones militares durante su servicio en las legiones romanas.
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