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Bueno, asociamos el humanismo con un imaginario de exaltación romántica antropocentrado y con los viajes de Cristóbal Colón. Ambos elementos son señales de los tiempos modernos. No las únicas señales, porque existen procesos (Renacimiento, Reforma, Revolución Francesa, Revolución Industrial, por citar cuatro de las más conocidas), señales de una modernidad en gestación. De un proceso que desde Europa comenzaba a hacerse planetario y que requería del “descubrimiento” o “invención” de América. Y con ello, de lo que hoy llamamos América Latina.
Eso que cómodamente llamamos ‘América Latina’, y que posee realidades muy variadas y enfrentadas, es una región privilegiada para los estudios humanísticos y para las actitudes y prácticas que pueden asociarse con él. O sea ustedes estudian muy oportunamente en un lugar muy adecuado porque Costa Rica está en América Latina (aunque a algunos no les agrade). Esta es la parte buena. La parte menos buena, que hasta podría considerarse tenebrosa, según se la asuma, es que América Latina es un área privilegiada para los estudios humanísticos pero porque nuestra historia y las instituciones que nos hemos dado (ustedes todavía no son enteramente responsables por ellas) se han caracterizado y caracterizan por negar al ser humano, por exaltar y recomendar su sujeción (cautiverio) y hasta su destrucción si ello resulta conveniente para el ‘orden’ social. Nuestras ‘culturas’ son fuertemente señoriales, la propiedad y la economía que de este ‘señorío’ resulta son excluyentes y, en lugar de promover la autonomía y autoestima de todos valoramos lamer las botas del amo y cargar de palos a los humildes.