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A finales del siglo XIX y principios del XX se impuso en España un régimen político que se denominó la Restauración y que supuso el fin de la experiencia republicana y el restablecimiento de la monarquía borbónica. Esta época abarcó un largo periodo de tiempo entre 1875 y 1923.
Fueron casi 50 años de un sistema político que se apoyaba en un factor esencial para su supervivencia: el caciquismo, que era quien facilitaba a los Partidos liberal y conservador la alternancia en el poder. De esta manera el cacique se garantizaba una relación con el poder político que asegurara sus intereses, fundamentalmente económicos, pero también sociales, y reforzaba su autoridad sobre la población que dependía de él. ¿Cómo? Con el establecimiento de un sistema de dependencia absoluta sustentada en una red clientelar de favores que hacía de él la persona que decidía sobre la calidad vida y las haciendas de todos aquellos que se encontraban bajo su territorio de influencia.
Estamos pues ante un sistema político que coloca a los individuos en la categoría de súbditos del cacique, lo que supone que la relación que tienen con el poder tiene que ser forzosamente de adhesión a los intereses caciquiles y no basada en derechos ciudadanos que garanticen su independencia de los poderosos. Un sistema que con la democracia moderna debería estar desterrado, pero que como muchos de ustedes que hayan llegado a esta altura del artículo podrán intuir, todavía pervive en Castellón, aunque parezca paradójico, en este inicio del siglo XXI, en donde la adhesión al cacique provincial otorga favores que luego necesariamente han de traducirse en apoyos electorales. Una transgresión a la democracia, que sin coacciones violentas si hace una utilización perversa del poder en la provincia, en la medida de que no todos los ciudadanos podemos relacionarnos con él en las mismas condiciones, ya que se establece una división entre afines y no a fines al cacique.
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una sociedad del ámbito rural expresada como un clientelismo político. Este sistema tuvo su expresión más difundida en América Latina en diferentes periodos de su historia. En España y algunos países latinoamericanos se usa peyorativamente la palabra "cacique" para aludir a quienes detentan el poder de redes clientelares aunque nada tengan que ver con los pueblos originarios de América.
Los caciques pueden controlar el voto de sus clientes por lo que pueden negociar con los políticos centrales y ser la cara y base del partido. De esta forma se crean "democracias" que en el papel funcionan pero que no son el gobierno del pueblo. Funcionaron durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX en muchas regiones de América y España.
En 1884, el término "caciquismo" fue incorporado al Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española con su significado actual en sus dos acepciones