Respuestas
En La Edad Media los libros eran enormes, podían ocupar medio escritorio, cuyas dimensiones a su vez eran inmensas. Estos se escribían a pluma y tintero sobre un material muy costoso y difícil de obtener.
Esto da una idea de lo difícil que era escribir un párrafo y luego si querías volver a buscar lo escrito, ¿cómo buscarlo? Por ello los libros permanecían abiertos, por un lado, para escribirlos con la tinta y que no se dañara y por otro para dejar abierto dónde se iba escribiendo o leyendo.
Empleaban entonces soportes con cuñas de madera para tener a los libros abiertos por las páginas más interesantes, sin arriesgar su encuadernación.
El problema más curioso era cómo transportar dichos libros de un lugar a otro y luego volver al volumen que el lector estaba leyendo.
Lo cierto es que los escribas mantenían los libros abiertos mientras iban escribiendo otros en grandes atriles que inventaron posteriormente para facilitar la escritura.
Luego inventaron los facistoles que eran unos soportes de madera donde instalaban el atril de cuatro más caras para poder girar las páginas y buscar la página de interés. Obviamente para el Medioevo esto significó un gran invento que luego en el renacimiento se perfeccionó.