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Las mujeres y hombres del siglo XXI, hacemos verdaderos sacrificios con las dietas y el ejercicio para entrar en las tallas que se nos imponen desde el mundo de la moda, la meta es ajustarnos a los cánones de belleza actuales.
Al igual que las costumbres y las modas, los cánones de belleza femenina y masculina han evolucionado a través de los siglos. Desde venerar cuerpos gordos hasta presumir de una estética que representa un montón de huesos. De enorgullecerse de unas mejillas sonrosadas hasta los blanquecinos polvos de porcelana.
El concepto de belleza es algo ancestral y viene insertado en el ADN del ser humano desde el hombre de Neanderthal. Estos se coloreaban la piel con pigmentos minerales, se ponían plumas en la cabeza o se colgaban collares posiblemente para imitar la belleza de los animales que les rodeaban. Tenían un marcado sentido de lo que era la belleza y eran los machos los que de una forma más sobresaliente querían resaltar esa belleza como representando el cortejo de apareamiento que realizaban los animales. A medida que la inteligencia fue desarrollándose, el hombre puso como paradigma de la belleza a la mujer y desde entonces es ella la que se adorna mucho más que el hombre.
Y siguiendo la sucesión antropológica, al principio, el canon de belleza de la mujer consistía en tener las regiones de su cuerpo relacionadas con la fertilidad, muy desarrolladas. Así las primeras estatuas que conocemos y representan al ser humano son mujeres con grandes senos y caderas que se asociaban a la fertilidad, a la abundancia y a la capacidad de parir y criar hijos sanos y fuertes.