• Asignatura: Inglés
  • Autor: pishigato108
  • hace 8 años

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Respuestas

Respuesta dada por: felipeocompo277
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Respuesta:Kuta era una tortuga macho que tenía su hogar en una pradera de África. El reptil, de carácter tranquilo y conformista, siempre se había sentido muy orgulloso de vivir en ese hermoso lugar hasta que las cosas cambiaron y empezó a plantearse emigrar para no volver. La razón era que por culpa de la sequía de los últimos meses casi no crecía hierba fresca y apenas se encontraban bichitos entre las piedras. Debido a la escasez de comida, Kuta pasaba hambre.

Una mañana que caminaba cabizbajo y con el ánimo por los suelos se cruzó con Wolo, un pájaro que solía anidar por los alrededores. El ave levantó la cabeza y saludó muy amablemente.

– Buenas tardes, señor Kuta, ¡cuánto tiempo sin saber de usted! ¿Qué tal le va la vida? Me da la sensación de que está más flaco y ojeroso… ¿Se encuentra bien?

Kuta se sentía débil y no tenía muchas ganas de ponerse a charlar, pero respondió con su habitual cortesía.

– Buenas tardes, señor Wolo. La verdad es que estoy pasando una mala racha. ¿Se puede creer que por más que busco no encuentro ni un mísero gusano que llevarme a la boca? … Como no llueva me temo que muchos animales acabaremos yéndonos de estas tierras.

Wolo puso cara de tristeza al conocer la complicada situación de su vecino.

– ¡Oh, vaya, cuánto lo siento!…  Se me ocurre que, si le apetece,  puede acompañarme a buscar semillas.

– ¿Semillas?

– Sé que para una tortuga como usted no son un manjar, pero al menos llenará la tripa con algo de alimento.

Wolo tenía toda la razón: las semillas no eran ni de lejos su comida favorita, pero sopesó la oferta y le pareció una oportunidad que no podía rechazar.

– ¡Ah, pues muchas gracias, menos es nada! Y dígame, ¿a dónde tenemos que ir?

El pájaro señaló con el ala hacia el noroeste.

– Detrás de esos árboles hay una finca enorme y el granjero ha plantado un montón de grano. ¡Podremos comer hasta reventar!

La tortuga negó con la cabeza.

– No, no, no,  ahí no quiero ir. Ese hombre se pasa horas vigilando con una escopeta y si me descubre estoy perdido.  Tenga en cuenta que yo camino, como es obvio, a paso de tortuga, y que no tengo alas para salir volando en caso de peligro.

El señor Wolo se mostró un poco ofendido.

– ¡Por favor, señor Kuta, no se preocupe por eso! ¿Para qué estamos los amigos?… Yo seré  como un guardaespaldas para usted.  En caso de que aparezca el granjero le asiré por el caparazón y le trasladaré por los aires a un sitio seguro.

Kuta no acababa de fiarse y temía que la cosa acabara mal para él.

– No sé, no sé… El tipo del que hablamos no se anda con tonterías y a la mínima nos mete un cartucho a cada uno en el trasero.

– ¡Calle, calle, no sea agorero! Venga, hombre, sea usted un poco más valiente. Son las mejores semillas de la zona y le van a encantar, se lo aseguro.

El pobre Kuta tenía tanta hambre que empezó a salivar y se dejó convencer.

– ¡Está bien, iré y que la suerte nos acompañe!

———

El pájaro y la tortuga se dirigieron juntos a la enorme finca. Al llegar, cada uno atravesó la valla a su manera, Wolo sobrevolándola  y Kuta escarbando un pequeño túnel para pasar por debajo de ella. Una vez dentro empezaron a desenterrar simientes y a zampárselas con avidez.

– ¿Qué me dice, señor Kuta? … ¿Tenía yo razón o no?

Con la boca llena y masticando a dos carrillos, la tortuga exclamó:

– ¡Oh, señor Wolo, estoy disfrutando de lo lindo! ¡Están tan ricas que creo que me voy a hacer vegetariano!

De repente, en plena degustación,  casi se atragantan al escuchar unos pasos, los gritos de un hombre… ¡y el sonido de tres disparos!

‘¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!’

Sin pararse a pensar que dejaba a su amigo tirado en la finca, Wolo salió volando a la velocidad del rayo y desapareció del mapa en un santiamén. Por el contrario el pobre Kuta se quedó quieto como una estatua, observando estupefacto cómo su supuesto colega defensor se largaba a la primera de cambio.

Tras unos instantes de confusión se percató  de que estaba completamente solo e indefenso y se puso a temblar. Un minuto después, el  rudo granjero apareció ante él con los brazos en jarras y cara de malas pulgas.

– ¡Ajajá! ¡¿Con que tú eres el bribón que me roba las semillas cada día?!…  ¡Pues al saco vas! Esta noche mi mujer y yo cenaremos una riquísima sopa de tortuga macho.

Sin decir nada más, agarró a Kuta por el cogote y lo metió en una bolsa de tela que llevaba colgada en el cinturón. El pobre animal, absolutamente horrorizado, empezó a patalear mientras gritaba:

– ¡Señor,  por favor, no lo haga, no lo haga!

El hombre le contestó con retintín.

– Perdone usted, señorito, ¿que no haga qué?

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