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Respuesta:
Condenar el TLC a partir de esos datos constituye un error fáctico y conceptual. Un balance correcto del acuerdo debe tener en cuenta un par de cosas que son ignoradas de manera olímpica en esa clase de apreciaciones.
Ante todo, hay que ser muy creativo para afirmar que el TLC está perjudicando al país, usando como argumento que las compras a Estados Unidos crecieron 3,4 por ciento en el 2012. Si consideramos que nuestras importaciones totales aumentaron 7,2 por ciento el año pasado, queda claro que el dinamismo de nuestras compras a Estados Unidos fue menos de la mitad.
Si además tenemos en cuenta que la mayoría de las importaciones desde Estados Unidos consistieron en maquinaria y equipo, lo que representa menores costos para nuestros empresarios con las ventajas del TLC, uno entiende por qué quienes decían que el acuerdo iba a ser una hecatombe, se han olvidado del tema y ahora andan haciendo alharaca con el paro cafetero.
¿Y nuestras exportaciones?
En este caso, las cifras también son modestas, pero para poder identificar el efecto del TLC hay que hacer algunas precisiones. La primera es que el tratado entró en vigor el 15 de mayo y no el primero de enero, como suponen quienes analizan las cifras del año completo.
Si bien en el 2012 el crecimiento de las ventas colombianas a Estados Unidos fue de apenas 0,05 por ciento para el periodo comprendido entre mayo y diciembre, esa cifra se eleva a 6,6 por ciento, lo que no refleja una parálisis de nuestras ventas a ese país.
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