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Después de haber aprendido a temprana edad las bases de la acuarela y la pintura al óleo en los talleres de los maestros Luis Toro Moreno y Rafael Troya,3 en 1906 Mideros viajó a Quito para seguir medicina en la Universidad Central, a la par que estudiaba en la Escuela de Bellas Artes.2 Para 1915 obtuvo medalla de oro en la Exposición Nacional, al año siguiente el premio a la pintura de figura humana en la II Exposición Anual de Bellas Artes, mientras que en 1917 se convirtió en el primer premio de la primera edición del Salón Mariano Aguilera.1
En 1918, y tras retratar a una de las hijas del presidente Alfredo Baquerizo Moreno, éste le nombró secretario de la Embajada de Ecuador en Italia con el fin de que Mideros pudiera ampliar sus conocimientos artísticos durante su estadía en Roma.3 Antes de partir en 1919, dejó varias obras, sobre todo costumbristas que retrataban a indígenas y paisajes andinos, y el mural que decora la capilla de la Catedral Metropolitana donde descansan los restos de Antonio José de Sucre.1
Mientras estuvo en Italia asistió a las Escuelas de pintura italiana, inglesa y española, donde pudo perfeccionar aún más su técnica.2 En 1921 viajó a Francia y España, donde se convirtió en miembro del Círculo Internacional de Artistas y de la Academia de Bellas Artes San Fernando. En 1922, mientras vivía en New York con su hermano Luis, éste sufrió un atentado del Ku Kux Klan del que afortunadamente salió ileso, por lo que Víctor pintó en agradecimiento el lienzo Mi Reino no es de Este Mundo, que obsequió al convento de Santo Domingo en Quito.1
Regresó a Ecuador en 1924 y fue nombrado profesor de la Academia de Bellas Artes, de la que fue también director entre 1933 y 1937, época en la que se convirtió en el pintor de moda de la alta sociedad quiteña.2 La mayor parte de su trabajo tras el regreso al país se lo debió al apoyo de su mayor mecenas y protectora, la aristócrata viuda María Augusta Urrutia, para quien pintó entre otras obras una afamada serie de siete arcángeles.4