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Resumen de “La siesta del martes”
El cuento empieza con la mujer y su hija, que tiene doce años, viajando por tren para llegar a un pueblo quieto. La mujer y su hija están viajando en la clase tercera que huele de humo, y llevan su almuerzo en una bolsa de material plástico y un ramo de flores. Ambas llevan la ropa negra para dar sus respetos.
Llegan al pueblo a las dos de la tarde, y no hay nadie en las calles porque es la hora de siesta. El pueblo es húmedo y hace mucho calor. Las dos caminan a la casa cural y la madre toca la puerta hasta que eventualmente otra mujer responde. La madre dice que necesita el padre. La mujer de la casa responde que el sacerdote estaba durmiendo, y que deben regresar a las tres. La madre dice que necesita el padre ahora mismo porque la próxima tren sale de la estación a las tres y media.
Cuando el sacerdote llega, él pregunta cómo puede ayudarles y la madre responde que quieren las llaves por el cementerio. Él les dice que ellas podrían esperar hasta el sol baja y les pregunta cuál es la tumba que quieren visitar. La madre responde que van a visitar la tumba de Carlos Centeno, pero el sacerdote parece confundido. Entonces, la madre explica que él es el ladrón que fue matado en el pueblo la semana pasada y que ella es su madre. El padre escribe una media hoja de detalles.
El narrador empieza contar lo que ocurre: una viuda, Rebeca, oyó un ruido que suena como si “alguien trataba de forzar desde afuera” (455). Para defenderse, ella cogió el revólver y lo disparaba a la puerta. Ese tiro era el que mató a Carlos.
El sacerdote toma la llave del armario y le pide a la madre que firme al papel. El padre le pregunta si “trató de hacerlo entrar por el buen camino” (456) y ella responde que él fue un hombre bueno y que nunca robaría la comida que otras personas necesitan.
El padre dice las instrucciones a buscar su tumba y para devolver la llave. Cuando la madre y su hija empiezan a salir, el sacerdote se da cuenta de un gran número de personas que están afuera de la casa cural. El sacerdote les recomienda que esperen hasta el sol baja y la mujer de casa les ofrece una sombrilla. La madre responde “Así vamos bien” (457) y sale con su hija para la tumba.