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Voltaire ganó fama de sus intensas polémicas en relación con la Iglesia. La religión para nuestro protagonista era sinónimo de superstición y fanatismo. El asunto de Jean Calas de 1762 le hizo escribir su famoso Tratado sobre la tolerancia (1763). Calas era un comerciante protestante de Toulouse que fue condenado a muerte porque fue acusado de haber asesinado a su hijo que quería convertirse al catolicismo. Años después fue rehabilitado, así como su memoria, al demostrarse su inocencia. En la obra realizó una incisiva y dura crítica contra el clero. Pero aunque Voltaire fustigó a la Iglesia y su poder no dejó nunca de ser deísta, es decir, defensor de la religión natural, desde un acusado pragmatismo, ya que tendría una utilidad social. Las personas que creían en Dios serían más honradas.