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Muchas veces, tras permanecer un largo rato en el agua de la bañera o tras darnos un prolongado chapuzón en la piscina, se nos arrugan los dedos de las manos y de los pies. ¿Por qué sucede esto?
El miembro de la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV) el doctor Román Barabash Neila explica a Infosalus que antes se creía que las arrugas en manos y pies mojados eran el resultado del paso del agua por la capa externa de la piel, haciendo que ésta se hinchara.
"Se pensaba que se trataba de una reacción bioquímica, de un proceso osmótico que hace que el agua desaloje una serie de componentes de la piel, provocando que los dedos y palmas de pies y manos se queden macerados y arrugados. Sin embargo, datos más recientes en la literatura médica parecen indicar que la formación de estas arrugas es en realidad un proceso activo. El arrugamiento puede estar causado por la constricción de los vasos sanguíneos de debajo de la piel, controlada por el sistema nervioso autónomo", precisa el experto.
De hecho, indica que, cuando el agua penetra las capas externas de piel, altera el balance de electrolitos y se envía un mensaje al cerebro. "Éste responde obligando a los capilares subcutáneos a contraerse y evitar el flujo de sangre. De esta forma, la superficie de las capas inferiores de la piel disminuye, pero no así la de las capas exteriores, que tienen menos vasos, y por tanto se ven obligadas a arrugarse", sostiene Barabash.
En concreto, el tiempo medio del que hablan los estudios necesario para que se arruguen los dedos en el agua es entre 5 y 15 minutos. Mientras, el tiempo para que desaparezcan las arrugas es algo mayor 15-20 minutos. De momento, apunta Barabash, no hay indicios ni estudios de que se arrugue más la piel tras permanecer en el agua en unas determinadas personas que en otras.
¿Hay algún estudio que lo corrobore?
El también dermatólogo del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla sostiene que la primera información al respecto la aportaron los científicos Thomas Lewis y George Pickering en 1936. "Mientras investigaban a un paciente que tenía dañado el nervio mediano que inerva varios dedos de la mano, notaron que tras sumergir la mano en el agua, la zona controlada por ese nervio no se arrugaba", señala.
Asimismo, precisa que en 2001 un estudio de la Universidad de Tel-Aviv observó que en pacientes con mal de Parkinson (que causa daño neurológico de forma progresiva) los dedos de las manos se arrugaban mucho menos que en pacientes sanos al sumergirlos en agua. Además, agrega que Mark Changizi, en 2011, (Revista 'Brain Behavior and Evolution') comprobó que los dedos arrugados actúan como bandas de rodamiento, canalizando el agua fuera de los dedos de manos y pies cuando se mojan, permitiendo así mantener la capacidad de agarre a distintas superficies.
En esta línea, recuerda también un estudio de la Royal Society británica, publicado en su revista 'Biology Letters' en 2013, que hizo público que la finalidad de este fenómeno es la de mejorar el agarre de objetos mojados o que estén bajo el agua.
Este equipo de científicos de la Universidad de Newcastle analizó la habilidad de las personas al coger objetos fuera del agua con los dedos arrugados y normales, para estudiar por qué ocurría este efecto. Hicieron que un grupo de personas pasasen diversos objetos de una caja a otra. Con los dedos normales y arrugados, y objetos secos y mojados.
"En el caso de los objetos secos, les fue igual sin importar cómo tuviesen los dedos; pero con los objetos mojados, les fue bastante mejor al tener los dedos arrugados. Aún así cómo todo en ciencia es discutible, otro estudio alemán del grupo de Lewin y colaboradores del Centro de Medicina Molecular Max Delbrück de Berlin no encontró diferencias significativas entre la capacidad de agarre entre individuos con dedos arrugados y no arrugados", resalta el experto.
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