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Ellos llegaron en la década del 90 y se dedicaron a la importación desde Asia de autos usados. La mezquita, lugar de culto para los seguidores del islam, se levantó en el 2000. En el Perú es uno de los pocos edificios que reflejan la tradicional arquitectura islámica.
Las casi cincuenta familias musulmanas que residen en Tacna se reúnen allí cinco veces al día. El imán de la mezquita, Mohammad Usman, cuenta que se juntan para orar e impartir las enseñanzas de los libros del Corán, “un libro de paz” y que les da “el mensaje de tranquilidad.
Han pasado poco más de seis años desde que llegó a Tacna y Usman se sigue emocionando cada vez que habla con sus discípulos o alumnos, como llama a los niños musulmanes que desde los 6 años aprenden las enseñanzas del Corán.
Los viernes a la 1:30 p.m. se realiza la oración más importante de la semana. Pocos musulmanes se la pierden. En el salón principal, Usman dirige la oración. Los niños y hombres acuden a esta sala, mientras que las mujeres y las niñas se instalan en un ambiente del segundo piso, donde escuchan la oración por parlantes. Evitan el contacto con el sexo opuesto.
Después de la oración, los hombres nos invitan a almorzar con ellos. “Tienen suerte”, dice uno. Un nuevo niño nació en la comunidad musulmana de Tacna y es una tradición que el afortunado padre, luego de sacrificar dos corderos, invite los alimentos a quienes asistan a orar.
Para comer, todos se sientan juntos en el suelo, mientras de la cocina van saliendo las bandejas con arroz y cordero. Hay un clima de paz, de hermandad, lejos de la violencia extremista. Culminado el banquete, las familias se retiran juntas.
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