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Respuesta:
Hace unos días fui a un zoológico. Era gigante, tan grande como el océano Atlántico. Al entrar escuché un canto de ángel, era una jaula con miles de pájaros hablando entre ellos con su idioma tan peculiar. Después seguí adelante para ver a los tigres, ¿serían tan fieros como los que viven en la selva? Luego me encontré con los cocodrilos, que corrían, nadaban, comían, dormían... en el lugar donde vivían felices. Tras varios minutos andando, conseguí llegar a la jaula de los leones, eran preciosos, tanto como el atardecer en una tarde soleada. Sus melenas de algodón hicieron que me quedara allí al menos dos horas observándolos bajo el inmenso Sol que lucía aquella mañana.
Después fui a descansar al lugar donde se duchaban los hipopótamos, un gran lago rodeado de flores tan bonitas como el canto de un ruiseñor en primavera. Finalmente visité a los reptiles, que jugaban entre ellos como niños traviesos. Pasé un día increíble, y por supuesto, espero volver.
Explicación:
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Hace unos días fui a un zoológico. Era gigante, tan grande como el océano Atlántico. Al entrar escuché un canto de ángel, era una jaula con miles de pájaros hablando entre ellos con su idioma tan peculiar. Después seguí adelante para ver a los tigres, ¿serían tan fieros como los que viven en la selva? Luego me encontré con los cocodrilos, que corrían, nadaban, comían, dormían... en el lugar donde vivían felices. Tras varios minutos andando, conseguí llegar a la jaula de los leones, eran preciosos, tanto como el atardecer en una tarde soleada. Sus melenas de algodón hicieron que me quedara allí al menos dos horas observándolos bajo el inmenso Sol que lucía aquella mañana.
Después fui a descansar al lugar donde se duchaban los hipopótamos, un gran lago rodeado de flores tan bonitas como el canto de un ruiseñor en primavera. Finalmente visité a los reptiles, que jugaban entre ellos como niños traviesos. Pasé un día increíble, y por supuesto, espero volver.
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