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Fue hace unos días. Una conocida me pidió un poema.
O, más bien, hablábamos de la vida.
Y ella confesaba que nunca le habían escrito un poema etílico, a altas horas, de esos por los cuales el autor no te va a volver a mirar a la cara en un mes… de la vergüenza.
El caso particular no interesa. Pero el resultado de aquella conversación lo podéis obtener en el enlace más abajo.
Se me ocurrió mejorar la apuesta y, en lugar de un poema, construir un poeta para el uso personal de esta musa. Un poema se gasta, pero un poeta como éste siempre tendrá una rima nueva que entonar. Así, cada vez que se sienta floja, puede acudir al poeta y exigir una nueva versión y reírse con ella.
En cuanto al aspecto técnico, el poeta digital es una hoja de Excel. Tiene una reserva léxica con 126 palabras. De esta reserva se alimenta una función <<matemática>> (¿lingüística?), que elije la palabra idónea de las 126 posibles. Cada vez que se repite la función, se agrega una nueva palabra al poema. Una nueva combinación.