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El narrador arranca expresando su deseo por, cómo decirlo... el color verde. Y vaya que le gusta este color. Aquí damos por sentado que la voz del narrador es masculina. Ah, y adivina qué: también hay un barco en el mar y un caballo en una montaña. (¿Vas entendiendo?). Después, el narrador comienza a hablar de una "ella" que sueña en un balcón de algún lugar. Pues resulta que también ella es verde, salvo por sus "ojos de fría plata". Todo la observa, pero al parecer ella no puede ver nada. (Si todo esto te resulta un poco raro, no es por nada).
Todo esto le recuerda al narrador que en efecto le gusta mucho el verde. Nos lo vuelve a decir, por si nos olvidamos, en los siguientes diez versos. Después menciona unas estrellas que emergen "con el pez de sombra" al alba. También hay una higuera a la que acaricia el viento y un monte que "eriza sus pitas agrias". (En Shmoop nos parece que esto crea un riesgo de incendio, pero en fin). El narrador quiere saber quién va a venir y de dónde. Pero no dice nada en cuanto a dónde espera que llegue. ¿Quizá se trata de una fiesta de cumpleaños? Pareciera que la muchacha verde sigue en el balcón, pero a su vez está "soñando en la mar amarga". Debe ser uno de esos balcones impermeables de alta tecnología.
A continuación vemos un diálogo entre el narrador y otra persona. El primero quiere cambiar algunas de sus pertenencias por otras. Además está herido y va sangrando. Nanay, lo siento, le dice el otro, no te puedo ayudar. Le encantaría poder ayudarle, pero no puede, pues no es él mismo (una vez más, usamos el masculino de forma genérica). El primer narrador quiere morir en su propia cama, o al menos subir a las "verdes barandas" de la luna.
Esto le parece al otro una buena idea. Los dos se trepan a esas barandas, dejando un rastro de sangre y lágrimas (parecido al que dejamos aquella vez que nos subimos hasta la cima del tobogán de agua). Si bien el viento les deja un "raro gusto" en la boca, ven a la "gitana" toda verde y con ojos de plata. Ella se mece de un "carámbano de luna" sobre un aljibe (parece bastante peligroso). Después aparecen unos guardias borrachos que golpean la puerta (más peligroso aún) y el narrador nos recuerda cuánto, cuantísimo le gusta el color verde. Ah, y no nos olvidemos de aquel barco en la mar y del caballo en la montaña.
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