Respuestas
Respuesta:
Al extremo de la recta avenida de bosques que el destello intenso del río cortaba en dos, surgía el sol, cegador y sin nubes, posado sobre las aguas, que brillaban bruñidas como una banda de metal. A ambos lado de la corriente, los bosques, sombríos y solemnes, se erguían silenciosos e inmóviles. Al pie de árboles altos como torres, crecían, en el barro de la ribera, palmas de nipa destroncadas, en grupos de hojas pesadas y enormes que pendían tranquilas sobre el broncíneo remolino de los reflujos. En la paz del ambiente, todo árbol, toda hoja, todo helecho, toda rama de enredadera y todo pétalo de los minúsculos botones aparecía sumido en una perfecta y definitiva inmovilidad, por la virtud de algún encantamiento. Nada se agitaba sobre el río sino los ocho remos que, levantados regularmente en un relámpago, caían al unísono en un solo chapoteo, mientras el timonel se mecía a izquierda y derecha, con un brillante y repentino trazo de su cimitarra que describía un semicírculo
Explicación: