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Ya en el colegio enseñaban que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Partiendo de esta ley de la física, la compañía energética EDP va a traducir los vítores y aplausos que salen del patio de butacas en kilovatios. La cantidad de energía acumulada se traducirá a euros y al final lo recaudado se destinará a un proyecto solidario. Esta iniciativa se lleva a cabo en Teatro EDP Gran Vía de Madrid, que ha encontrado en la empresa eléctrica la que será su patrocinadora durante los próximos tres años. La electricidad no se almacena ni comercializa, claro, es solo un gesto simbólico.
EDP ha diseñado el primer sistema capaz de medir la energía generada por el público en cada una de las funciones que se lleven a cabo en el teatro, que hasta marzo acoge el aclamado musical 'El jovencito Frankenstein'. Cuanto más ruido y entusiasmo, mayor será la colecta energética. «Queríamos que el público supiera que detrás del teatro había más que un nombre. No se trataba de anunciar al principio de cada función cuál era el patrocinador del espacio escénico. ¿Cómo podíamos trasformar la energía del público en lo que realmente somos? Dado que existen algoritmos que permiten convertir la medida del decibelio en kilovatios/hora, quisimos que los espectadores se erigieran en protagonistas, de modo que transformaran sus emociones en el objeto de nuestra actividad», dice Carmen Fernández, directora de Marketing, Marca y Comunicación de la multinacional.
Cada compañía teatral decidirá a qué proyecto o entidad solidaria se dona el dinero que suponga en el mercado esa energía generada. A la vista de que cada público es distinto, la cantidad de energía generada en cada función también lo será. Ya se sabe que hay espectadores que expresan su admiración en distintos grados. No en balde, se produce más bullicio en un espectáculo de flamenco racial que en un ballet clásico. No obstante, de promedio se suele generar en cada espectáculo entre 100 y 300 kilovatios/hora. Un hogar consume por término medio 3.800 al año.
Todos los sonidos producidos en cada función por la audiencia son captados y enviados a una mesa central que recoge las variaciones en decibelios durante toda la representación, y el momento exacto en el que acontecen. Esta información, al finalizar la obra, se traduce en en kilovatios hora. Para que todo funcione con precisión matemática se ha instalado una red de micrófonos repartidos por toda la sala para registrar el ruido y la resonancia. Además, un equipo acústico en una consola captura la potencia del emisor.
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