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Esta frase viene de antaño, del legítimo cuño popular. Significa decir algo así como prevención, censura y condena, vale por frases como estas: “Es tu merecido”; “chúpate esta”; “ahí tienes lo que buscabas”.
La historia del dicho se remonta a un suceso de ha tiempo, que tuvo por escenario el villorrio de Peji (tiempo después cambiado por el de Villa Arrien).
Eran tiempo preelectorales. Un fino sujeto que aspiraba a una diputación fue al villorrio, en procura de votantes. En la cima de una mesa empezó a echar el ya sabido discurso.
_ Honrados y laboriosos vecinos de este bello, pintoresco, culto e importante pueblo, el más sobresaliente de la provincia… bla, bla, bla.
Por ahí cerca estiraba la trompa el clásico vecino bravucón que se las sabía todas. Entre ellas la de darse cuenta que el caserío no había alcanzado los honores de pueblo. El lisonjero discurso le supo a engaño o burla.
Después de las lisonjas vienen sus credenciales que por poco no sale nieto de los reyes de España. Culminó el discurso con la oferta de regalos y servicios que Peji recibiría si los poblanos le otorgaban su voto en las elecciones: Una escuela, una capilla, una posta sanitaria, semillas, herramientas, camino carretero hasta la ciudad, etc.
Al vecino ya le estaban colmando la tutuma de rabia al saber que tanta mentira no era posible.
El discurso del candidato ya entraba en la fase final:
_ Entonces Peji será grande. Peji será próspero. Peji será un centro de actividad económica. Peji será un foco de cultura, un vergel, un taller, y una academia. Peji…
Fue interrumpido sorpresivamente por alguien que se le vino encima. Era el pueblerino disconforme que había estallado en cólera ante lo que a él le parecía un manojo de viles mentiras.
Con una mano agarró al político del coto y con la otra le llovió con soberbias cachetadas, mientras gritaba con aire vengador:
_ ¡Tomá Peji!, ¡tomá Peji!
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