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''El matadero''' fue escrito por el argentino Esteban Echeverría entre 1838 y 1840, participa de las formas del cuadro de costumbres.[1] Recién fue publicado veinte años después de la muerte del autor, en 1871, en la Revista del Río de la Plata. La obra identifica al régimen de Juan Manuel de Rosas con el acto que se lleva a cabo en los mataderos, Su gobierno "aterrorizó" a gran parte de la población del país durante 23 años de persecuciones y asesinatos políticos. Es considerado el primer cuento argentino que trata sobre la política, la economía y diversos aspectos sociales de Buenos Aires. Echeverría creía que el gobierno rosista hacía mucho daño al progreso del país ya que "destruía" las ideas por las que se buscó la libertad en mayo de 1810, reduciendo la Revolución a un cambio de gobierno con los mismos modos tiránicos, pero de nacionalidad argentina. Muchos jóvenes veían a los unitarios como gente con modos similares a los de los federales y proponían volver a los ideales de democracia inmersa en derechos sociales, la llamada Generación del 37, de la que Echeverría fue su líder.
Entre la locura del matadero de Buenos Aires, Echeverría nos presenta con la pérdida del individuo y la barbarie de la multitud federal que lo había reemplazado debajo el régimen de Rosas. El cuento tiene la intención de mostrar al lector que aquel clima polarizado y violento no era bueno para el país.
Todos los pastores denunciaban “los unitarios impíos” como la causa de la inundación y suplicaban a “El Dios de La Federación” que salvara a la población. De esta manera Echeverría hace obvio el sesgo de la Iglesia a favor de los federales y contra sus rivales políticos: los unitarios. El poder de la Iglesia sobre la gente aseguró que los unitarios quedaran como enemigos mientras que los federales aparecían como líderes escogidos por la voluntad divina. En este clima es fácil para la dictadura federal presentarse como heroína de la gente que protestaría en contra de la maldad de los unitarios. La intención de Echeverría es mostrar al lector que así se controló a la población durante el gobierno de Rosas y el discurso político de Buenos Aires.
Este control se manifiesta cuando al fin el gobierno “provee gentilmente” cincuenta novillos gordos para ayudar a aliviar la falta de res en la ciudad. Los novillos no son suficientes para alimentar toda la población de la ciudad y son los federales y sus intereses privados que disfrutan la mayoría de la carne mientras los pobres de la ciudad quedan para luchar entre sí para los trozos de carne que los carniceros del matadero habían olvidado. La Iglesia, de nuevo como herramienta de los federales, ayudó a prevenir una rebelión por mandar a la población abstenerse de la carne mientras Rosas y sus secuaces se engordaron.
Echeverría manifiesta su indignación hacia esta injusticia y control excesivo que aplasta el poder y voluntad del individuo cuando dice:
Pero no es extraño, supuesto que el diablo con la carne suele meterse en el cuerpo y que la iglesia tiene el poder de conjurarlo: el caso es reducir al hombre a una máquina cuyo móvil principal no sea su voluntad divina sino la de la iglesia y el gobierno. Quizá llegue el día en que sea prohibido respirar aire libre, pasearse y hasta conversarse con un amigo, sin permiso de autoridad competente.
Su unidad básica en el Sistema Internacionales el segundo, cuyo símbolo es {\displaystyle s} (debido a que es un símbolo y no una abreviatura, no se debe escribir con mayúscula, ni como "seg", ni agregando un punto posterior).
Necesito el tiempo crónologico dentro de la obra, no fuera de él.