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En Ecuador, como en varios países de la región, el quehacer colectivo de las mujeres en favor de sus demandas específicas es reciente y se da en el marco de la democratización del país a fines de los años setenta. La historia escrita sólo da a conocer algunos aspectos de la acción femenina y a precursoras de las actuales luchas femeninas, como fueron los grupos Aurora y Rosa Luxemburgo que, en la década del veinte, se autodenominaron feministas.
En la crítica década del treinta se conformó la Alianza Femenina Ecuatoriana (AFE, 1939) y las mujeres irrumpieron de manera organizada y significativa en la escena pública, inscribiéndose en el movimiento político más amplio, junto con otros sectores (obreros, campesinos y sectores medios inspirados en ideologías de izquierda), aunque sin plantear reivindicaciones específicas. Ellas lucharon por la paz y contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial y también contra el gobierno de Arroyo del Río, en 1944.
En 1960 se creó la Unión Nacional de Mujeres del Ecuador (UNME), que existe hasta hoy y cuenta con filiales en varias provincias y cantones del país. Con el propósito de brindar "capacitación cívica a las mujeres" mantiene una presencia que, en ciertos períodos, ha sido la única que ha aglutinado mujeres de clase media y profesionales. En esa misma época se estructuró el "voluntariado femenino" de sectores tradicionales interesados en apoyar a las mujeres de sectores pobres, y tomaron cuerpo organizaciones de mujeres profesionales, especialmente las abogadas, preocupadas por las reformas a la legislación discriminatoria contra la mujer.
Los primeros años de la década del sesenta contaron con una elocuente presencia política femenina, cuando se creó la Unión Revolucionaria de Mujeres del Ecuador (URME), que desplegó una lucha antidictatorial nucleando a mujeres de izquierda de diversas ciudades y articulándolas a un movimiento de mujeres a nivel continental. Esta organización reivindicó en esos años la supresión de las discriminaciones contra la mujer.
Sin embargo, hasta fines de los setenta fueron los gobiernos los que, sensibles a las presiones internacionales, tuvieron el liderazgo en el mejoramiento de la condición femenina, desarrollando algunos programas y creando, a comienzos de la década, el Departamento de la Mujer en el Ministerio de Previsión Social. El Comité Ecuatoriano de Cooperación con la Comisión Interamericana de Mujeres, con filiales en numerosas provincias, canalizó las exigencias de esta última y fue el organismo local que impulsó el desarrollo de las mujeres en el país. En 1979, la Primera Dama imprimió una sensibilidad de género a la preocupación estatal por las mujeres, transformando en Oficina Nacional de la Mujer el Departamento mencionado.
La década de los ochenta marcó un giro importante a partir de la legitimación de la cuestión femenina. Esta es producto de diversos factores: el crecimiento de las organizaciones de mujeres, dentro y fuera de espacios mixtos de organización social a nivel urbano, campesino e indígena; el surgimiento y asimilación del feminismo en ciertos grupos de mujeres que introdujeron sus problemáticas específicas al debate público; el retorno al juego electoral en el que las mujeres están presentes; la incorporación de la noción de respeto a los derechos humanos sin discriminación;
campesinas, indígenas, negras y también de profesionales y feministas crearon, en 1987