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Final alternativo de “El gato negro”
(Escrito en 1999)
Tras emparedar a mi mujer, intenté tomarme la situación con calma, pensando fríamente. Ahora mi única preocupación era encontrar a aquel animal perverso, que tantas desgracias me había causado. Pero se había esfumado.
Pasé varios días buscándolo en vano: parecía que se lo había tragado la tierra. Mi vida así era un infierno; aunque él no estuviera, me seguía su presencia. En cada esquina temía encontrármelo, si bien el que en verdad tendría que estar aterrorizado era aquel ser, por el destino que tendría en mis manos si lograba toparme con él.
Pasaron los años. Mi existencia era inhumana, ya que permanecía sumido en los excesos cada segundo del día. Pero ni siquiera eso me permitía olvidarme del diabólico gato. Espantosas pesadillas me despertaban cada noche, cada vez estaba más destruido.
Tardó seis años en llevar a cabo su venganza. Fue entonces cuando aquel demonio volvió para acabar conmigo.
Justo la noche en la que se cumplía el sexto aniversario del atroz crimen que cometí con mi mujer, bajé al sótano de modo impulsivo, tal vez movido por los recuerdos. Entonces, una aterradora imagen me heló la sangre: la pared donde se encontraba el cadáver de mi mujer se había derrumbado. Me acerqué, perplejo, y una afilada garra me arañó cruelmente la espalda. Tan solo recuerdo una imagen: un ojo de fuego.
Tiempo después, no sabría decir cuánto, recobré el conocimiento… ¡estaba emparedado junto a los huesos de mi mujer y de todos los animales que había matado! Me ahogué en mis gritos de socorro, hasta que mi vida dejó de ser.